Intensos en los que ha quedado claro que los pueblos van por un lado y los dirigentes por otro. A los muchos lugares del planeta donde se ha gritado ¡basta! se unen dos revoluciones ya imparables: la feminista y la ecologista.
Superada la tentación de titular El año del violador (descartado finalmente por su barniz algo amarillento y engañoso), uno entra de lleno en el resumen de estos doce meses que se van para llegar a una conclusión de cariz antagónico: el pueblo exige evolución, pero sus dirigentes no saben por dónde empezar. Es el contraste de quien pide y de quien no sabe dar. La colisión de quien ya ha llegado al límite y de quien es incapaz de armonizar el conjunto de reglas de convivencia que requiere ese futuro que ya está aquí. Es su responsabilidad, pero les viene grande.
Antropólogos, sociólogos, historiadores y expertos varios le sacan estos días pelos a la calavera de un año marcado por la contestación social en distintos puntos del mapa. Algunos evocan el 68 y hablan de procesos cíclicos. Otros prefieren apuntar más cerca y analizar las herencias o las réplicas del 15-M, la Primavera Árabe o el ‘Occupy’ estadounidense. La cuestión es que las calles y plazas han vuelto a temblar en este 2019 desde Chile, Bolivia, Argentina y Colombia hasta Hong Kong y la India, pasando por las sardinas italianas o la (sempiterna) revolucionaria Francia y sus chalecos amarillos.
Muchos meten en el mismo saco el movimiento independentista catalán, buscando quizá empatías externas de las que ahora mismo escasea. Es curioso, pero todo el romanticismo, comprensión, complicidad o adhesiones que destilan y generan las rebeleno
101 palabras sirven de hilo conductor
del año que termina
liones de pueblos como el chileno o el hongkonés no se dan en el levantamiento separatista catalán. Quizá la explicación esté en la distancia, que siempre empuja a mitificar. O quizá la causa se halle en que una revolución no lo es tal cuando se lidera desde arriba, desde el poder, desde las instituciones. Eso tiene otro nombre y lo normal es que como fenómeno contra natura esté condenado a transitar por el esperpento político y social. Una revolución con espoleta burguesa no es sino un oxímoron en toda regla.
En paralelo a las contestaciones sociales dispersas por distintos puntos del globo, movimientos de corte telúrico como el feminismo y el ecologismo han avanzado también con botas de siete leguas, pasando por encima del inmovilismo de los representantes públicos y las políticas trasnochadas (e intereses macroeconómicos, claro) que han imperado en el planeta hasta ahora.
Empoderamiento feminista
Pequeño alto en el camino para profundizar un poco más en estos dos últimos apartados. Primero, para destacar los nuevos avances del empoderamiento feminista. Esta vez el denominador común ha sido la viralización de una canción, Un violador en tu camino (de ahí la tentación de titular El año del violador), que ha tornado en himno. Nació de la mano de un grupo musical chillamado Lastesis, en un intento de clamar contra el machismo en América Latina, y hoy es un grito que se oye en todas partes. La revolución femenina sigue imparable hacia la igualdad. Le queda mucho. Pero no da ni un paso atrás.
También la revolución ecologista sigue adelante. Topa con escollos descomunales, pero termina sorteándolos y ganando terreno. Metro a metro. En este caso la convulsión popular trasciende de lo social a lo económico, donde grandes compañías, lobis, fondos de inversión o gobiernos, poderosos gobiernos en la mayoría de las ocasiones, miran más por el bolsillo (por su bolsillo) que por el futuro de la humanidad. De ahí el fracaso matizado, la decepción edulcorada, de la Cumbre del Clima celebrada en Madrid (los disturbios en Chile aconsejaron el cambio de la sede prevista para este año poco antes de su inicio).
Es en asuntos como este donde debemos disparar todas las alarmas. Se trata de otra prueba del nueve no superada de esta civi
Madrid organizó la Cumbre del Clima en tiempo récord. lización. La misma que no supo (ni sabe) cómo solucionar hace no demasiado tiempo el drama de los refugiados que llegaban en masa especialmente a Europa (algo de lo que ya no se habla, pero que sigue ahí) o que aún deja a la deriva barcos saturados de gente hambrienta y enferma mientras se discute no se sabe bien qué normativas internacionales y leyes del mar.
Tanta decepción no justifica ningún brote de violencia, pero aclara las razones por las que los pueblos han decidido gritar ¡basta!. De ahí que una de las palabras del año sea la que preside estas páginas: Rebeldía. Además, hemos elegido otras cien para que sirvan de hilo conductor del somero repaso del 2019 que se hace a continuación en los panoramas nacional e internacional.
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