Investidura despejada
ERC da un voto de confianza a Sánchez tras informar la Abogacía en favor de su líder preso En Aragón, el PSOE no opina, Aliaga pide pactos constitucionales y la oposición es hostil
Cuentan los colaboradores de Pedro Sánchez que el presidente en funciones acaricia ya su investidura, que ve su reelección tan clara que a duras penas consigue contener un profundo sentimiento de felicidad tras meses de angustioso desasosiego y que esa sensación de alegría se le cuela por las rendijas de cualquier conversación. No será un mandato en solitario, sino una coalición con Pablo Iglesias que dependerá también de ERC, pero el líder socialista ha asumido con pragmatismo que este es el gobierno posible: inestable, sin mayorías, sufriendo ley a ley, pero el único ejecutivo realista en un contexto político tan adverso. Madrid respira ya esa investidura y, salvo la ambigüedad que mantienen los republicanos, el resto se alinea.
El punto de inflexión que precipitó el esprint hacia la investidura fue el escrito de la Abogacía del Estado, que ayer pidió que Oriol Junqueras pueda acreditarse como eurodiputado, una posición que no es todo cuanto querrían los republicanos pero se separa de la doctrina de la Fiscalía, lo que ya en sí mismo constituye un guiño al mundo independentista. En cadena, perfectamente programado tras darse a conocer esas alegaciones, Sánchez firmó los otros dos grandes acuerdos que necesita, con el PNV y con Podemos. Lo único por confirmar es la fecha del pleno en el Congreso. El equipo del presidente confía en que la votación definitiva sea en la tarde del día 5, lo que implicaría que la sesión arranque el 2. Ese día el Consejo Nacional de ERC decide si se abstiene, por lo que otras voces parlamentarias no se fían de los republicanos y prefieren convocar para el 3, 5 y 7 de enero. Ambas posibilidades siguen abiertas, según asegura el entorno del candidato.
Sea antes o después de Reyes, cuando Sánchez suba a la tribuna a defender su programa expondrá los ejes del acuerdo rubricado con Iglesias ayer en el salón de la Chimenea del Congreso, una vez más sin periodistas y sin preguntas. Ambos quieren que sea un ejecutivo de un marcado carácter progresista, de forma que el eje vertebrador es una reforma fiscal que permita una mayor justicia social.
El documento, inspirado en el frustrado acuerdo de Presupuestos, incluye una subida impositiva a las rentas más altas (a partir de 130.000 euros) y a las grandes corporaciones, aunque aparca el impuesto digital. El pacto, ambiguo en múltiples apartados, hace referencia a la derogación de la reforma laboral del PP, pero solo detalla tres supuestos concretos en los que se elimina esa norma: la posibilidad de despido por absentismo causado por bajas por enfermedad, la limitación temporal de los convenios colectivos tras perder su vigencia (se recupera la ultraactividad) y la prioridad del convenio de empresa sobre el sectorial. También se comprometen a revisar las causas del despido, a modificar el Estatuto de los Trabajadores para evitar subcontrataciones innecesarias, a poner la lupa sobre falsos autónomos, a subir el salario mínimo y a que las pensiones se actualicen sobre el IPC real. Todo está en sus programas, pero otro tanto se queda en el tintero.
La Moncloa quiere votación en la noche de Reyes, pero otras voces desconfían de ERC y piden esperar
‘REAL POLITIK’ PSOE y Podemos / parecen haber asumido que esta es la etapa de la real politik: aparcan promesas electoralistas inalcanzables y viejos agravios. En la rúbrica del acuerdo Sánchez e Iglesias se agradecieron mutuamente la «generosidad» y el «honor», aunque el vicepresidente in péctore volvió a lanzar su dardo favorito al decir que el nuevo gobierno «combina la experiencia del PSOE con la frescura de Podemos», versionando su pulla anterior, en la que contraponía el recorrido institucional de los socialistas a la «valentía» de los morados.
Sánchez no se lo tuvo en cuenta. Defendió que «la mejor política es la política útil». Ante lo «complicado» que será gestionar un país tan «diverso en lo territorial y lo ideológico», se comprometió a sacar adelante su proyecto ley a ley. «Sabemos que no tenemos mayoría parlamentaria», admitió, pero prometió compensarla con el «diálogo», la «voluntad» y la «determinación» de una coalición que, dijo, es «generosa»
porque implica «compartir el poder» como una nueva «institucionalidad».
Aunque la investidura sigue en el puño de ERC, el acuerdo pasa de puntillas sobre la crisis territorial y solo habla del «conflicto político catalán». Mayor empeño pone el pacto con el PNV que el candidato socialista firmó a mediodía con su presidente, Andoni Ortuzar, un texto que aboga por impulsar las identidades catalana y vasca, y por resolver políticamente el «contencioso en Cataluña». El peneuvista, que maneja los tiempos políticos con destreza, sonrió a una investidura el 5E. «Si es el domingo antes de la cabalgata, será un buen regalo».
Lo único por
confirmar es la fecha del pleno en el Congreso, cuya sesión arrancaría el día 2