La laguna de Gallocanta añora la época de lluvias
Las grullas pasan más tiempo en Gallocanta que hace unas décadas. Y llegan en un número bastante mayor atraídas por el aumento de las temperaturas. Sin embargo, lo que podría parecer una buena noticia, es otro ejemplo de cómo el calentamiento global está afectando al equilibrio tradicional de los ecosistemas.
Este humedal del Campo de Daroca y el Jiloca está en plena regresión, como sucede con otras lagunas saladas de la península. La falta de lluvias provoca una desecación casi completa durante el estío, algo que favorece que su fondo se llene de lodos. Este riesgo de colmatación se complementa con la presencia de contaminantes agrícolas para contribuir a su progresiva desaparición.
La alcaldesa del municipio, Raquel Pardos, lamenta que los efectos del cambio climático no cambian solo la fisionomía de la laguna. «Está todo unido», asegura. Por eso reclama mejoras en la protección ambiental del entorno, pero también facilidades para que la actividad agraria en la zona se pueda mantener. Afirma que si desaparece la actividad humana también cambian los usos tradicionales del agua. gún el autor principal del estudio, Jean François Bastin. Londres, por ejemplo, tendrá un clima similar al de Barcelona.
Lo hicieron, además, basándose en un escenario optimista en el que se produciría una importante reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero. Si esta no tiene lugar, las cosas pueden ir a peor.
Las ciudades son especialmente sensibles al aumento de las temperaturas causado por la crisis climática. Es el denominado efecto isla de calor, por el que se produce un plus térmico respecto a la periferia debido a que las calles y los edificios irradian más calor que la vegetación. El efecto se produce de modo más intenso «por las noches y de forma especialmente relevante durante las olas de calor», según la Aemet.
En Madrid este fenómeno se ha traducido ya en un aumento de las noches tropicales, aquellas en las que la temperatura no baja de los veinte grados.
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