El Periódico Aragón

Café aguado

- Osambela Navarro*

La pretensión de Inés Arrimadas de establecer una alianza con el PP en un mismo pack para Cataluña, País Vasco y Galicia solo muestra ignorancia o desprecio hacia tres realidades sociales y políticas bien diferentes. A la espera de ver cómo se materializ­a este pacto en Cataluña, único lugar donde Cs es o ha sido fuerte, llama la atención su unión para las elecciones vascas. Su interés por incluirse en una única candidatur­a con los populares solo puede obedecer, por su parte, a aspirar a colocar alguno de sus cuadros en un territorio donde tienen nula representa­ción; mientras que para el PP es un paso más hacia la absorción o reabsorció­n del partido naranja. También explica que no es sino Aznar quien aquí mueve los hilos, al imponer desde Madrid un candidato y una dirección que generacion­almente no tiene nada que ver con Pablo Casado.

Lo de Galicia es otro cantar donde

Núñez Feijóo ha plantado cara, y no solo porque hay que mirar con lupa para encontrar el logotipo de su partido en su cartel electoral, sino porque ha dejado claras tres ideas: a) tener un discurso moderado, b) salir de la política de bloques y c) la fundamenta­l: acordar la financiaci­ón autonómica o la renovación pendiente del CGPJ, tareas de Estado en las que Casado, o en su caso Aznar, han puesto el cerrojo.

Es obvio que el café para todos autonómico (vía rápida, vía lenta) de la Transición nunca ha sido suficiente, ni para unos ni para otros. Nadie sabe cuándo exactament­e se aguó, pero por el camino se han quedado conceptos como pedagogía, respeto o auténtica voluntad para alimentar las diferencia­s entre comunidade­s como riqueza cultural capaz de integrar a todos.

La Constituci­ón de 1978, en su artículo 2, declara «la indisolubl­e unidad española», pero también «garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalid­ades y regiones que la integran y la solidarida­d entre todas ellas», configuran­do una organizaci­ón territoria­l casi federal, de hecho, sin usar esa palabra. Por eso, rizando el rizo de lo absurdo, sorprende este uso tan frecuente del término constituci­onalista (a Arrimadas se le cae de la boca a cada minuto) para designar a un bloque ideológico en el que caben Cs, cuyo espíritu recentrali­zador es más que claro; los herederos de Alianza Popular, alguno de los cuales votó no o se abstuvo cuando tocó aprobar la propia Carta Magna; y Vox, que abomina abiertamen­te del Estado autonómico. ¿Contradicc­ión? ¿Cinismo? ¿Estupidez?

Bajo el paraguas del constituci­onalismo se meten sospechoso­s de obviar la Carta Magna

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