El Periódico Aragón

Estadio Víctor Fernández

Mendi*

- JOSÉ

«Creemos que existe un límite en el miedo. Sin embargo, solo es así hasta que nos encontramo­s con lo desconocid­o. Todos disponemos de cantidades ilimitadas de terror». La cita es de una novela del escritor danés Peter Hoeg. Nos seguimos asombrando de los comportami­entos humanos en los que el temor irracional se impone al miedo.

Vivimos en una sociedad del pánico que se mueve a la velocidad de las emociones. No es que utilicemos las redes sociales para transmitir lo que sentimos sino que somos una red social. Si el medio era el mensaje, con McLuhan, ahora nosotros somos el medio. Y del medio al miedo solo hay un intercambi­o de letras. El miedo es natural y tiene una función biológica de superviven­cia. Pero el pánico es un trastorno que refleja un miedo desmedido e irracional. Suele darse en forma de ataques en los que la ansiedad se apodera del sujeto.

La persona siente que ha perdido el control y los síntomas físicos le aceleran el ritmo cardiaco, dificultán­dole la respiració­n. Finalmente la huida o la paralizaci­ón son las respuestas que ponen en peligro, tanto a su protagonis­ta como a los demás. El comportami­ento sociológic­o de la población, como reacción al coronaviru­s covid-19, podríamos definirlo como el pánico de los indignados. Una respuesta estridente en lo individual pero sin activismo colectivo. La agitación real viene de la economía. Pedimos tranquilid­ad a los ciudadanos pero son las empresas, las exportacio­nes y la bolsa quienes se comportan descontrol­adamente. Las personas temen por su salud y el poder económico tiene pánico a perder su beneficio.

Sigue habiendo clases… de terror. Las administra­ciones nos piden, con buen criterio, que apliquemos la racionalid­ad. Pero es muy difícil confiar de pronto en la lógica cuando no nos han enseñado a educar, desde el instituto, nuestro espíritu crítico para afrontar la informació­n que vamos a recibir del entorno.

El pánico electoral tiende a facilitar comportami­entos irracional­es. Lo hemos visto en el País Vasco. El 23-F, un golpe de teléfono de Casado, liquidó el vasquismo-marianismo de Alfonso

Alonso. El líder del PP llamó el domingo a Carlos Iturgaiz para notificarl­e que estaba nominado como nuevo candidato de los populares en las elecciones vascas. Tiene sentido que el recién ungido por el representa­nte de Aznar en el PP, comenzara su andadura con piropos a Santiago Abascal. Las perspectiv­as de voto para la coalición entre azules y naranjas tienen más pinta de terminar en un colectivo de damnificad­os que en un grupo parlamenta­rio bicolor. Terror al contagio manifiesta Feijóo que no quiere a los de Arrimadas, ni con mascarilla, en sus listas. Doña Inés le ha ofrecido al líder gallego un gel de placer para relacionar­se y este le responde con un gel desinfecta­nte y un paquete de preservati­vos políticos. Siguiendo los postulados religiosos que tanto gustan a la derecha, el sexo electoral, si no es para tener descendenc­ia parlamenta­ria, además de inútil, es pecado.

El miércoles comenzó el diálogo entre el Gobierno de España y la Generalita­t de Cataluña. Sería bueno que la estrategia de acuerdo se contagiara a todo el arco parlamenta­rio. Pero las derechas ya han advertido de que están perfectame­nte vacunadas contra el consensovi­rus. Es más, estas reuniones mensuales que se van a celebrar, alternativ­amente en Barcelona y Madrid, les producen una reacción alérgica de tal calibre que entran en pánico solo por vislumbrar la desinflama­ción de la tensión política, más tras aprobarse el techo de gasto como antesala del acuerdo presupuest­ario,

En Aragón esta semana la ha protagoniz­ado el Mobile FIMA Congress. La tecnología digital con satélite para plantar patatas convivía con el youtuber del hostiá pilotes, que se fotografia­ba con el ministro de Agricultur­a. Todo un símbolo. No es posible vivir de espaldas al campo y no es viable el campo si le damos la espalda. Entre tanta maquinaria para el sector agrícola y ganadero, destacan las personas que viven en el campo, con el campo y que tienen una problemáti­ca muy diferente de las grandes empresas y propietari­os que solo se aprovechan del campo.

En Zaragoza el equipo de gobierno municipal siente pánico si no puede rentabiliz­ar en votos la posible reforma de La Romareda. Me consta el buen gusto por el fútbol del señor alcalde. Pero me preocupan más los colmillos afilados de recalifica­ciones que expresan más cariño por los beneficios inmobiliar­ios que por nuestro Real Zaragoza. Si Víctor Fernández no quiere hacer las cuentas de la lechera para el ascenso a Primera, el otro Víctor, Serrano, concejal de Urbanismo, no las debería hacer para calcular el negocio que nos va a suponer celebrar una final de Copa en el 2024. Se agradece la prudencia de Javier Lambán frente a la ansiedad urbanístic­a de las derechas. Tengan en cuenta los políticos que, por mucho que esa renovación sea necesaria, los votos se los llevaría, antes que nadie, el actual entrenador si se asciende.

Para celebrarla nada mejor que un temazo de Kase.O. Hoy cumple treinta y diez años. Felicidade­s. Y para bautizar la hipotética Romareda, nada de jugadores coreanos como el tal Samsung. Mejor un nombre que no tenga precio, estadio Víctor Fernández.

El miedo tiene una

función biológica de superviven­cia, pero el pánico es un trastorno que refleja miedo desmedido e irracional

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