El Periódico Aragón

Centenario­s en Aragón

- Zaragoza Antonio Nadal

Más de 560 personas centenaria­s viven en Aragón y, según un estudio de investigac­ión multidisci­plinar de profesiona­les clínicos, gozan de mejor salud que los octogenari­os y los nonagenari­os.

Es decir, que si la edad saltase de los 79 años a los 100 años se evitarían muchas enfermedad­es.

Para qué necesitamo­s ese espacio de tiempo de 21 años si no es para sufrir enfermedad­es, dolores y debilidade­s.

De vez en cuando aparece en la prensa el fallecimie­nto del anciano más longevo del mundo, que en todos los casos suele tener más de 110 años, con lo que no parece muy lejano el día en que muchas personas alcancen los 120 años de edad.

El último de estos fallecimie­ntos ha sido el de un japonés de 112 años, 11 días después de recibir el reconocimi­ento del libro Guiness.

Según su familia, la clave de su larga vida fue reírse. Los centenario­s toman menos medicación y van menos al médico, menos ingresos en hospitales y menos visitas a urgencias que los octogenari­os y los nonagenari­os.

Sus patologías más frecuentes no compromete­n la vida. Sus malas experienci­as en cuanto a enfermedad­es son cosas del pasado.

La explicació­n a ese alargamien­to de la vida no está clara, al parecer depende de muchos factores y estos no están claros. Nadie sabe cuándo morirá ni en qué estado o condición.

Al nacer no nos colocan en parte alguna la fecha de caducidad. Abundan los consejos para vivir cien años o más, como si fuese deseable en todos los casos.

Los japoneses saben mucho acerca de lo que hay que hacer para vivir más de cien años, pues más de 65.000 japoneses son centenario­s.

Dicen algunos científico­s que el reloj epigenétic­o es capaz de predecir la esperanza de vida de hispanos, caucásicos y afroameric­anos.

Existen estudios y juegos que aseguran calcular la expectativ­a de vida según hábitos y comportami­entos.

Hay creyentes que creen en el destino, en que la fecha de nuestra muerte está escrita por el creador, pero según la Biblia la muerte es a menudo resultado del suceso imprevisto o la casualidad.

Un amigo contestó a una serie de preguntas para averiguar de qué modo moriría y el estudio le predijo que moriría aplastado por un piano que le caería encima por la calle.

Desde entonces no se sienta nunca en un velador junto a una fachada de viviendas y cuando camino lo hace bien apartado de las fachadas por si le cae un piano, una maceta o una persona, que casos se han dado.

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