Centenarios en Aragón
Más de 560 personas centenarias viven en Aragón y, según un estudio de investigación multidisciplinar de profesionales clínicos, gozan de mejor salud que los octogenarios y los nonagenarios.
Es decir, que si la edad saltase de los 79 años a los 100 años se evitarían muchas enfermedades.
Para qué necesitamos ese espacio de tiempo de 21 años si no es para sufrir enfermedades, dolores y debilidades.
De vez en cuando aparece en la prensa el fallecimiento del anciano más longevo del mundo, que en todos los casos suele tener más de 110 años, con lo que no parece muy lejano el día en que muchas personas alcancen los 120 años de edad.
El último de estos fallecimientos ha sido el de un japonés de 112 años, 11 días después de recibir el reconocimiento del libro Guiness.
Según su familia, la clave de su larga vida fue reírse. Los centenarios toman menos medicación y van menos al médico, menos ingresos en hospitales y menos visitas a urgencias que los octogenarios y los nonagenarios.
Sus patologías más frecuentes no comprometen la vida. Sus malas experiencias en cuanto a enfermedades son cosas del pasado.
La explicación a ese alargamiento de la vida no está clara, al parecer depende de muchos factores y estos no están claros. Nadie sabe cuándo morirá ni en qué estado o condición.
Al nacer no nos colocan en parte alguna la fecha de caducidad. Abundan los consejos para vivir cien años o más, como si fuese deseable en todos los casos.
Los japoneses saben mucho acerca de lo que hay que hacer para vivir más de cien años, pues más de 65.000 japoneses son centenarios.
Dicen algunos científicos que el reloj epigenético es capaz de predecir la esperanza de vida de hispanos, caucásicos y afroamericanos.
Existen estudios y juegos que aseguran calcular la expectativa de vida según hábitos y comportamientos.
Hay creyentes que creen en el destino, en que la fecha de nuestra muerte está escrita por el creador, pero según la Biblia la muerte es a menudo resultado del suceso imprevisto o la casualidad.
Un amigo contestó a una serie de preguntas para averiguar de qué modo moriría y el estudio le predijo que moriría aplastado por un piano que le caería encima por la calle.
Desde entonces no se sienta nunca en un velador junto a una fachada de viviendas y cuando camino lo hace bien apartado de las fachadas por si le cae un piano, una maceta o una persona, que casos se han dado.