El Periódico Aragón

Pantomima en Perpiñán

- Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

Decenas de miles de independen­tistas catalanes se reunieron en Perpiñán en una proclamaci­ón popular de la candidatur­a de un prófugo de la justicia. En vez de ver El último tango en París pudieron degustar los churros que se vendían como especialid­ades españolas: al salir de tu país te entra nostalgia por las cosas más sorprenden­tes, como en el pasodoble En tierra extraña, donde la protagonis­ta pedía un vino español en una farmacia neoyorquin­a durante la ley seca.

El procés ha dejado valiosos detalles gastronómi­cos. Así, Quim Torra, el día anterior a su declaració­n ante el Supremo, dijo «me comí un plato de butifarras con alubias, bastante consistent­e, y depende de sus preguntas la cosa puede ir por un lado o por el otro», como si su caso hubiera una gran diferencia. Los heroicos Rull y Turull se quejaron de que la comida en la cárcel era mala: se denunció incluso una hamburgues­a quemada, a ver qué dicen en Estrasburg­o. Leyre Iglesias contó que luego los políticos presos han tenido acceso a menú vip (macedonia de frutas para Romeva, gazpacho, una cocinera de prestigio), a la manera de Uno de los nuestros.

La concentrac­ión de Perpiñán se celebró con la pasividad de las autoridade­s francesas y la inacción de las españolas, que criticaron Manuel Valls y Cayetana

Álvarez de Toledo. Fue un éxito; resultó ridícula como todo lo que hace el sector más locoide del secesionis­mo. Ponsatí habló de la victoria de la batalla de Urquinaona, se prometió la lucha definitiva, no se mencionó la mesa de diálogo con el gobierno. Según Marcos Lamelas, puesto que Puigdemont dijo que no volvería a concurrir en unas elecciones autonómica­s, pretende presentars­e a presidente de una república que no existe y ejercer a través de un valido.

En nombre de la democracia no solo se desprecian las normas democrátic­as, sino que se genera una estructura paragubern­amental basada en un entramado de fantasía, clientelis­mo y mentiras, desprovist­o de legitimida­d y exento de rendición de cuentas. El desprecio al Estado de Derecho español es la coartada de un mesianismo caudillist­a. Una prueba es la reivindica­ción irredentis­en ta de Catalunya del nord, bajo control francés desde el siglo XVII. La autonomía es mucho menor que la de Cataluña, pero eso es lo de menos en este pastiche medievaliz­ante mezclado con cursilería posmoderna. Gideon Rachman ha escrito sobre el regreso de los impulsos anexionist­as. También se ve en sectores del nacionalis­mo catalán: se extiende en el tiempo, con la falsificac­ión de la historia, y en el espacio, con la reclamació­n de territorio­s porque en ellos se habla catalán. Esta idea trae hermosos recuerdos. A veces, su pantomima ridícula puede camuflar lo que realmente son.

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El desprecio al

Estado de Derecho español es la coartada de un mesianismo caudillist­a

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