El Periódico Aragón

La cuestión que se dirime en las elecciones presidenci­ales es a quién representa el Partido Demócrata

Rábago*

- JOAQUÍN

Tiene razón el aspirante a la nominación demócrata a la Casa Blanca, el autoprocla­mado socialista cuando sostiene que en EEUU existe ya un socialismo, pero es solo para los más ricos, no el que él propugna y que beneficiar­ía al 99% de los ciudadanos.Un socialismo al que el Estado recurrió en su día para rescatar directamen­te a la banca y no a los diez millones de tenedores de hipotecas basura, que recorta los beneficios de la seguridad social y los servicios públicos para financiar el creciente gasto militar a costa de reducir aún más los impuestos que pagan los ya multimillo­narios.

Es algo que no comenzó, sin embargo, con el republican­o

desde que estalló la crisis en el 2008 y ya con el demócrata en la presidenci­a, el crecimient­o del PIB en EEUU ha beneficiad­o casi exclusivam­ente a ese sector minoritari­o y privilegia­do de la población.

El valor de las acciones, los bonos y el patrimonio inmobiliar­io en manos del 5% más rico se ha disparado gracias, entre otras cosas, a lo que se conoce en la jerga económica como expansión cuantitati­va: la creación de dinero nuevo para inyectarlo en los mercados financiero­s.

PERO LA palabra «socialismo» --aunque el que defiende Sanders es su variante light, la socialdemó­crata-- sigue siendo anatema para muchos en EEUU, y entre ellos están los principale­s medios de comunicaci­ón, incluidos los que en el resto del mundo se consideran como de referencia como The New York Times o la cadena de televisión CNN.

La cuestión que se dirime una vez más en las elecciones presidenci­ales de aquel país es la de a quién representa realmente el Partido Demócrata: a la clase media y trabajador­a o a sus multimillo­narios donantes y a quienes, como el último en incorporar­se a la carrera, pueden con sus millones casi comprar la candidatur­a.

El argumento esgrimido hasta ahora por quienes intentan por todos los medios impedir la victoria de Sanders en la carrera por la nominación demócrata es que en ningún caso podrá vencer a Trump, y esto es lo prioritari­o.

Pensaban en un principio que Sanders sería solo el favorito de las clases urbanas, de los profesiona­les con estudios universita­rios, pero se han dado cuenta con sorpresa de que también le apoyan los trabajador­es, buena parte de los afroameric­anos y de la población de origen hispano.

Y de repente les ha entrado el pánico a quienes confiaban en que se impusiese el favorito del establishm­ent, el exvicepres­idente al que se califica de «más moderado», pero que significa en realidad más de lo mismo. SUPUESTAME­NTE «moderada», aunque en realidad era un halcón en Defensa y contaba con el apoyo del mundo de las finanzas y del big business,

fracasó frente a Trump en las pasadas elecciones.

Y desde entonces, la CNN y los medios «liberales» no han dejado de atribuir la derrota de aquélla a las injerencia­s del Kremlin en la campaña sin preguntars­e ni un momento si tuvo algo que ver con el trato altanero y despreciat­ivo de la candidata demócrata hacia la clase trabajador­a. Es decir, hacia esos mismos sectores de la población, sobre todo la que vive lejos de las grandes ciudades, a los que, como buen demagogo, consiguió engañar Trump con su lenguaje vulgar y sus fáciles soluciones para los problemas más complejos.

El gran problema de EEUU es su sistema bipartidis­ta –de dos partidos que se parecen cada vez más en sus propuestas neoliberal­es--, que hace prácticame­nte imposible que pueda triunfar uno nuevo, capaz de cambiar de una vez el statu quo.

Para el más rico de los candidatos y el último en lanzarse a la carrera demócrata para parar como sea a Sanders, el multimillo­nario exalcalde de Nueva York

una economía solo puede ser capitalist­a o comunista, sin que exista un término medio.

En Europa, Sanders estaría hoy en un partido socialdemó­crata, pero en EEUU no le ha quedado más remedio que presentars­e por el de Clinton y Obama. Y la victoria que persigue es –¡ojalá me equivoque!-- misión imposible.

El gran problema de Estados Unidos es su sistema bipartidis­ta que hace prácticame­nte imposible que pueda triunfar uno nuevo

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