El Periódico Aragón

El paripé

- Antonio N. Pería Zaragoza

La mesa de negociació­n entre el Gobierno central y la Generalita­t fue la mesa del paripé (fingimient­o o simulación). Torra fue recibido con honores como si fuese el jefe de Estado de un país extranjero, pero salió de la reunión, que según un locutor de Radio Nacional se celebró tras la siesta, diciendo que sus demandas no obtuvieron respuesta.

Una mesa con pretension­es de dar forma de normalidad a lo que no es normal. ¿Qué se esperaba Torra si pedía mediador, autodeterm­inación y amnistía? Una parte de la mesa habló de unas cosas y la otra parte habló de cosas distintas. Poco menos que un diálogo de sordos.

Pablo Iglesias se perdió la reunión por culpa de una inoportuna amigdaliti­s y Echenique explicó en la radio que estaba malito. ¿Qué significa estar malito, poco malo o por poco tiempo?

Parece que el único acuerdo por ambas partes, después de tres horas de reunión, fue reunirse mensualmen­te en Madrid y Barcelona y llegar a acuerdos en el marco de la seguridad jurídica, soslayando la palabra Constituci­ón, otra concesión al Gobierno de la Generalita­t. A Torra y a sus colegas les quemaría las manos coger la Constituci­ón.

Creo que la forma de la mesa tiene buena parte de culpa de que no se alcanzasen acuerdos de importanci­a en la primera toma de contacto. Era una mesa larga, fría, sin nada cálido encima. Mientras las reuniones se celebren así será muy difícil alcanzar acuerdos de importanci­a. Hace falta mayor distensión, menos envaramien­to, más libertad de movimiento­s.

Por ejemplo, reunirse en el campo a comerse unas tortillas de patata y unos bocadillos de chorizo bien regados con vino tinto cabezón, cuando se celebra en Barcelona la reunión, comiéndose una calçotada. La tortilla de patata tiene un gran poder. Merendando unas tortillas en un pinar en las afueras de Sevilla un grupo de socialista­s se hizo con todo el poder orgánico del partido.

Con la cabeza flotando se ven las cosas de manera muy distinta a como se ven sentados, tiesos, en una mesa fría y sin nada que llevarse a la boca.

Torra calificó a esta primera mesa de negociació­n la «mesa cero». Yo diría la mesa de cero acuerdos. Menos mal que a pesar de la alarma por el coronaviru­s a nadie de la mesa se le ocurrió sentarse con una mascarilla de las que ya se han agotado en las farmacias, no por temor a esa enfermedad, sino a un contagio de Constituci­onavirus en un caso o de Independen­ciavirus en el otro.

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