La ultraderecha saca partido
Las fuerzas reaccionarias europeas utilizan el temor al coronavirus para culpar a los migrantes y relanzar su agenda de fronteras El populismo autoritario usa el virus para atizar conspiraciones
La extrema derecha del continente rebusca en la histeria social que ha generado la epidemia de coronavirus para relanzar su agenda política de fronteras. «Las personas migrantes, de distintas razas y religiones, siempre han sido acusadas de propagar gérmenes», apunta Miquel Ramos, periodista experto en movimientos neofascistas. Conscientes de las oportunidades que les brinda el caos, los líderes de la ola reaccionaria empiezan a trazar su estrategia para instrumentalizar la salud pública de la misma manera que han hecho con la seguridad.
En Italia, un Matteo Salvini en campaña permanente ha llamado al cierre de fronteras, pidiendo la dimisión del Gobierno que el pasado verano le relegó a la oposición en un gesto sorpresivo. El jefe de La Liga ha ido más allá al señalar que la irrupción del virus es culpa de «la entrada de inmigrantes de África». Sin embargo, en el continente madre solo se han detectado tres casos: Egipto, Algeria y Nigeria. En un nuevo arrebato nacionalista, además, apeló a sus seguidores a comprar solamente productos italianos.
En su único año como ministro del Interior, Salvini impulsó una polémica política de puertos cerrados. En ese periodo murieron al menos 1.151 personas intentando cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, según Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée, y más de 10.000 fueron expulsadas a Libia, país convertido en un polvorín. En Francia, Marine Le Pen, la otra gran cabeza de la hidra reaccionaria, ha utilizado el pánico generado por el coronavirus para cargar contra sus dos principales enemigos: los inmigrantes y la UE. Cuando solo había un caso detectado en Lyon, la hija del filonazi Jean-Marie Le Pen pidió suspender los vuelos a China y controlar las fronteras.
Aunque ningún país ha optado todavía por un cierre total de fronteras, los líderes de la UE temen que la psicosis mediática genere un efecto dominó que debilite un espacio de libre circulación ya herido por los controles impuestos desde
Aterrizaje
Salvini y Le Pen