El Periódico Aragón

No es ciudad para discordia

- Álvaro Sierra

La ciudad de Zaragoza se encuentra en un momento capital. Es el todo o la nada. Las urbes están emprendien­do procesos de transforma­ción tan bestiales que se escapan, a veces, a las lógicas del día a día ciudadano. Y Zaragoza debe estar en la mejor situación para capitaliza­r ese cambio.

No es baladí que las grandes revolucion­es urbanas son tan silenciosa­s que solo mediante el buen hacer de la Administra­ción municipal se pueden urdir. Todo ello siempre tiene que tener un acuerdo político con grandes dosis de generosida­d, sin sectarismo­s y con el bienestar de la ciudad como fin.

Es por eso que la postura adoptada entre los dos principale­s partidos de la ciudad por alcanzar acuerdos en los grandes proyectos es una posición correctrar ta. La más razonable de todas tras años de discordia. No es posible que la ciudad avance con las zancadilla­s inútiles de la política cortoplaci­sta.

Tanto el alcalde Jorge Azcón como la portavoz socialista Lola Ranera lo saben. Y están convencido­s de ello. Una posición que tampoco se le escapa al presidente aragonés Javier Lambán.

Desde el Pignatelli se entiende la sintonía con el alcalde Azcón como una muestra de fortaleza para pervivir sin altibajos.

La ampliación de la plataforma logística Plaza para adecuar la instalació­n de la multinacio­nal Amazon es un claro ejemplo del interés por construir de ambas administra­ciones, tanto de la DGA como del consistori­o. Atrás quedan los reparos más precisos o puntilloso­s en el aspecto jurídico o político para relanzar un proyecto de ampliación que beneficiar­á a la ciudad.

No hay que irse muy lejos para entender que también esta postura común de acuerdo entre Lambán y Azcón, con el apoyo de Ranera, será capital para enconuna sintonía en la remodelaci­ón de La Romareda.

Jorge Azcón y Javier Lambán saben que su mutuo acuerdo les coloca en la diana de la cordialida­d mientras les aleja de los fantasmas extremos que les condiciona­n.

Un almuerzo entre ambos cerró un entendimie­nto que solo perdurará si mantienen la brújula del acuerdo. Y no se lían en conflictos internos o cantos de sirena trufados de ideología.

Los pactos entre distintos por el interés general son un ejercicio de alto riesgo político en los tiempos que corren. Sin embargo, esto promueve la discrimina­ción del excéntrico habituado a romper la baraja por un interés ombliguist­a para terminar situando al ciudadano en el centro.

Desde el Pignatelli se

entiende la sintonía con Azcón como muestra de fortaleza

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