Un paseo por el Canal Imperial
Salgo de Garrapinillos. Cojo el camino que de la mano del Canal Imperial, llega a Zaragoza. De pronto, oigo un hilo voz suplicante que flota en el ambiente, que lo envuelve todo y que todo lo traspasa. Es la voz de Anna Netrebko cantando «Ah, non creder mirarti» de la opera de Vincenzo Bellini «La Somnámbula».
Cansadamente, el agua del canal transcurre de la música al compás. Los chopos que en su orilla crecen, fatigosamente empujados se mecen por el aire: no sé si lo sabrán, pero el viento es un poco maleducado, en público no se sabe comportar.
Los pájaros sí, ellos permanecen en sus palcos de primera fila parados. Camino lento, no me quiero nada perder. Para no molestar, voy como de puntillas por encima de la pista mientras a los almendros se les caen de la flor sus pétalos.
Con el pasar del tiempo, de hito en hito miro a lo lejos los campos plenos de árboles frutales que bailan todos al ritmo del mismo son. Al sol le entra sueño: es tarde. Y se va a dormir por detrás del horizonte mientras una manta de nubes lo cubre.
Lánguidamente, su brillo llega hasta mí de la mano de aquella voz que desde un principio me acompañó.
Comienza a llover, son cuatro gotas nada más. Cojo el 24 en Valdefierro y vuelvo a mi hogar. Montado en el bus pensé: «¡Qué paseo más bonito y qué poco hace falta para vivir!».