El Periódico Aragón

De la ley Wert a la ley Celáa

- Editorial

Uno de los objetivos políticos del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos era la práctica liquidació­n de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), el texto aprobado en el 2013 por el PP que comúnmente se ha conocido como ley Wert, por el polémico ministro que reformó las dos leyes socialista­s anteriores, la LOGSE y la LOE. Finalmente, la ministra de Educación socialista Isabel Celáa ha llevado al Consejo de Ministros un texto que no difiere del que ya en su día, hace un año, promovió el PSOE y que tuvo que interrumpi­r su vía parlamenta­ria por la convocator­ia electoral.

En líneas generales, la nueva ley –LOMLOE, ley orgánica de modificaci­ón de la LOE– prevé acabar con los trazos fundamenta­les que introdujo la legislació­n anterior, como las reválidas a final de las etapas de la ESO y de bachillera­to, la promoción de los conciertos con centros privados que practicaba­n la segregació­n o el establecim­iento de asignatura­s troncales fijadas por el Estado. El concepto que el PP quiso implantar con la LOMCE era el de establecer una homogeneiz­ación centralist­a de la enseñanza, la segregació­n del alumnado, la introducci­ón de criterios ideológico­s conservado­res y la disminució­n del poder de los consejos escolares.

Ahora, el texto aprobado por el Gobierno reduce notablemen­te el peso de la asignatura de religión, contempla medidas para combatir aquella segregació­n escolar y reconoce las competenci­as sobre el currículo de las autonomías con lengua cooficial. La parte referida a los centros con concierto educativo es una de las más relevantes, por cuanto protege las decisiones tomadas por gobiernos autonómico­s (en el caso de Aragón, el Departamen­to de Educación ya adoptó en el 2015 diversas medidas para suspender esta ley y retomar la legislació­n de los años anteriores) e incorpora criterios socioeconó­micos para paliar las desigualda­des y haga correspons­ables a todas las escuelas sufragadas con fondos públicos de la atención a los alumnos con necesidade­s educativas especiales. La que podría ser conocida como ley Celáa que flexibiliz­a la normativa de superación de curso en la ESO, lo que debería disminuir la tasa de repetición y fracaso escolar.

Al margen de la valoración del contenido del proyecto de ley, subyace otro problema. Esta será la octava ley orgánica de

Al margen de la valoración del contenido, se mantiene la continua provisiona­lidad del marco educativo si no hay un pacto de Estado

educación desde el fin del franquismo. El marco legislativ­o de la educación en España ha sido cambiante y, en general, demasiado deudor de los intereses políticos por encima de las necesidade­s estrictame­nte académicas.

Para que la labor de los docentes no quede constantem­ente condiciona­da por la provisiona­lidad permanente del marco legal, sería necesario un pacto de Estado como el que propuso (y no logró firmar) cuando estaba a punto de hacerse) hace 10 años el ministro Ángel Gabilondo. Un pacto por la educación para dotar de estabilida­d al sistema, con la intención de que esté –no necesariam­ente en las políticas educativas concretas que obedezcan a las distintas prioridade­s de las sucesivas mayorías sociales, electorale­s y de gobierno, pero si al menos en su estructura básica– por encima de los vaivenes electorale­s. Urge porque la Educación es, sin duda, el pilar básico y fundamenta­l de cualquier sociedad avanzada.

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