El Periódico Aragón

Turquía envía a un millar de policías especiales a la frontera con Grecia

La medida de Ankara tiene como objetivo frenar la deportació­n de refugiados por parte de Atenas La tensión entre los dos países crece mientras se deterioran las condicione­s de los atrapados

- ADRIÀ ROCHA CUTILLER eparagon@elperiodic­o.com PAZARKULE (ENVIADO ESPECIAL) VENDEDORES TURCOS

La tensión en la frontera grecoturca va en aumento y tiene atrapadada­s a miles de personas. Turquía anunció ayer el envío de 1.000 policías especiales para impedir que Grecia devuelva a los inmigrante­s que intentan cruzar la frontera, como está haciendo desde el jueves pasado. La decisión la hizo pública el ministro del Interior turco, Suleymán Soylu, que visitó la provincia de Edirne, donde, desde hace una semana –cuando Turquía abrió las puertas a Europa–, se agolpan miles de personas a lo de los 30 kilómetros del cauce del río Evros.

«Han herido a 164 personas. Han intentado deportar de vuelta a Turquía a 4.900 personas. Así que desplegamo­s 1.000 agentes de fuerzas especiales hacia la frontera con Grecia para parar las deportacio­nes», dijo Soylu, que reveló, también, que Ankara tiene previsto denunciar a Atenas en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).

Mientras / en los despachos se juegan el destino de miles de personas atrapadas en la frontera, Huséin, un joven iraní, dice que no puede más: «He estado todos estos días en el campo en Pazarkule –en el paso fronterizo entre Turquía y Grecia–. Pero allí la situación es imposible. No podía más». «Hoy he venido hasta aquí, a la estación de autobuses. Por lo menos aquí tengo un techo y es más fácil conseguir algo de comida. En el campo es muy complicado, y hay gente que intenta estafarnos», continúa Huséin, que explica que una barra de pan, en Pazarkule, puede costar hasta 25 liras. Por lo general, en Turquía, el pan cuesta dos liras. 25 liras equivalen a unos cuatro euros. El camino de tierra que lleva al campo de Pazarkule está lleno de vendedores ambulantes turcos, con mantas, lonas, bocadillos, café, té, repollos, pan, cargadores de móvil, zapatos y hasta chubasquer­os. Los refugiados que están en el campo van y vienen: llegan con las manos vacías y vuelven con las bolsas llenas de lo que puedan permitirse, según las capacidade­s de sus bolsillos.

«¿Alguien sabe qué va a pasar?», pregunta Huséin a sus contertuli­os. «No sé qué hacer. Si volverme a Estambul o no. ¿Acabarán abriendo la puerta o no?» Nadie responde.

En los despachos tampoco dan una respuesta o, de momento, prefieren no darla. «La UE no nos ha hecho ninguna propuesta concreta», dijo ayer el portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalin. «Esperamos que puedan formular un plan pronto y que nos lo comuniquen para que nosotros podamos solucionar este asunto en caso de que lleguemos a algún tipo de acuerdo», añadió.

Durante esta semana, Grecia y Turquía, han estado utilizando a los refugiados como arma arrojadiza. La gendarmerí­a turca, dicen diversos testigos, coge a los refugiados y los mete en autobuses, que van mandando de un lado a otro de la frontera según les plazca. Otros han contado como les han animado a cruzar la frontera hacia Grecia e incluso les han impedido retroceder. Las fuerzas de seguridad griegas, sin embargo, sostienen los testigos, cuando detienen a un refugiado que ha cruzado el río Evros le roban todas sus pertenenci­as, le dan una paliza para que no la olvide, y lo devuelven al otro lado por la vía rápida y sin contemplac­iones.

«Los seres humanos han sido tratados como armas políticas. Como herramient­as políticas. Es inaceptabl­e», señaló ayer Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacio­nal de la Cruz Roja, que visitó la frontera turcogrieg­a. «Nuestro llamamient­o está dirigido a la Unión Europea para que actúe de manera diferente con respeto a la dignidad humana», reclamó. También la Organizaci­ón Internacio­nal de las Migracione­s (OIM) ha pedido actuar de «forma moderada» y con «un enfoque humano».

«En el campo de Pazarkule la

No podía más», dice un joven refugiado iraní

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AFP / BULENT KILIC Los migrantes esperan con sus hijos en la frontera entre Turquía y Grecia, cerca de Pazarkule.

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