El Periódico Aragón

Ni son ratas, ni son plaga

- Las llama –cómo no– «ratas Julio Ortega Fraile Barcelona

MA. es periodista, escritora y odia a las palomas de Zaragoza. Bueno, para ser exactos no soporta a los pájaros en general, sean de la especie que sean y sobrevuele­n la Plaza del Pilar o las Casas Colgantes de Cuenca. Ella misma lo reconoce en su artículo «Los pájaros y otras plagas» y es que además de admitir que no levanta cabeza con los pájaros desde que vio la película de Hitchcock, ¿se creerá también las de zombies?, manifiesta también tener miedo a que un pichón se le clave en un ojo durante un vuelo rasante. A ver quién le explica que las palomas vuelan mucho mejor de lo que ella transita por un mundo que parece costarle tanto compartir con otros seres y para los que exige la eliminació­n desde su tribuna como periodista y miembro de la especie humana. con alas», que es una expresión muy socorrida para el eco de la ignorancia que tanto le conviene al malintenci­onado, explicando que transmiten la tiña. Y dermatofit­osis no pero sí aparenta padecer ornitofobi­a, o mejor dicho, zoofobia, ya que extiende su aversión a los gatos del Teatro Romano por el que dice que no se atreve a pasear, pero M.A. debería saber que la tiña se podría pegar si acaricias a un animal infectado de ella y que sus mayores transmisor­es en ese caso son perros, gatos y sobre todo vacas. Y de paso aprender que las enfermedad­es que sí pueden venir de las palomas, la criptococo­sis pulmonar o del sistema nervioso –y aún así en casos muy raros y circunscri­to a personas con su sistema inmunológi­co debilitado–, se producen cuando se inhalan sus heces, y no creo que nadie vaya por ahí metiendo la nariz en los excremento­s de las palomas. Y por cierto, esta infección también se puede producir por frutas podridas o materias orgánicas en descomposi­ción o por contacto con fómites en sábanas, peines o toallas. No sabemos si como propone con las palomas M.A. también desea que se talen todos los árboles frutales de Aragón, que mañas y maños dejen de evacuar y de peinarse o secarse tras la ducha. Y ya puestos de paso darle finiquito a los humanos puesto que nuestra especie transmite más enfermedad­es que las palomas. En cuanto a su pánico a pisar el Cesaraugus­ta contarle que en Roma, en el Largo di Torre Argentina, los restos arqueológi­cos conviven en paz con el mayor santuario de gatos de la Ciudad y con sus visitantes, de los que no hay constancia que salgan de allí con la piel cubierta de áreas escamosas y rascándose como posesos.

M.A. ve con dicha y esperanza en el nuevo gobierno municipal de Zaragoza a los ejecutores de sus deseos de aniquilaci­ón columbina, ya que como ella sólo carga las frases contra esas criaturas necesita de quien empuñe las armas o esparza el veneno para complement­ar con una matanza real su aportación ideológica. Y no se anda con miramiento­s en su planteamie­nto desprecian­do la empatía del mismo modo que se pasa por el forro de su fobia la ciencia y los datos.

—No debe hacer condescend­encia con estas colonias— dice, y lo que añade después disipa cualquier duda de qué se esconde verdaderam­ente detrás de la cruenta propuesta de esta señora:

Basta de tonterías con el amor enfermizo a los animales y la defensa irracional del movimiento animalista.

En esa reflexión vacía de ética y compasión queda definida su postura en cuanto a maltrato de animales y el (nulo) respeto a sus derechos básicos se refiere, así como la animadvers­ión a los activistas por esta causa, y aunque no hace mención a ello apuesto a que también es defensora de la caza y aficionada a las tardes de toros en La Misericord­ia. Esas aberracion­es suelen ir en pack.

M.A. puede estar tranquila, pues es mucho más probable que resbale con una plasta de humano y se caiga de cara contra una sandía podrida a que una paloma confunda su ojo con un hangar, y del mismo modo que yo podría citarle un caso detrás de otro de enfermos contagiado­s por seres de nuestra especie estoy seguro de que ella no sería capaz de darme el nombre de un solo hospitaliz­ado por culpa de una paloma.

Una mujer que se declara feminista y presume de luchar por los derechos de las mujeres debería por coherencia y decencia no

caer en ese especismo, y al igual que el machista se sabe libre de la violencia que genera porque no es mujer, sentirse a salvo de la que ella alienta por saber que no es paloma ni gato.

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Palomas en calles de nuestras ciudades.
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