Ni son ratas, ni son plaga
MA. es periodista, escritora y odia a las palomas de Zaragoza. Bueno, para ser exactos no soporta a los pájaros en general, sean de la especie que sean y sobrevuelen la Plaza del Pilar o las Casas Colgantes de Cuenca. Ella misma lo reconoce en su artículo «Los pájaros y otras plagas» y es que además de admitir que no levanta cabeza con los pájaros desde que vio la película de Hitchcock, ¿se creerá también las de zombies?, manifiesta también tener miedo a que un pichón se le clave en un ojo durante un vuelo rasante. A ver quién le explica que las palomas vuelan mucho mejor de lo que ella transita por un mundo que parece costarle tanto compartir con otros seres y para los que exige la eliminación desde su tribuna como periodista y miembro de la especie humana. con alas», que es una expresión muy socorrida para el eco de la ignorancia que tanto le conviene al malintencionado, explicando que transmiten la tiña. Y dermatofitosis no pero sí aparenta padecer ornitofobia, o mejor dicho, zoofobia, ya que extiende su aversión a los gatos del Teatro Romano por el que dice que no se atreve a pasear, pero M.A. debería saber que la tiña se podría pegar si acaricias a un animal infectado de ella y que sus mayores transmisores en ese caso son perros, gatos y sobre todo vacas. Y de paso aprender que las enfermedades que sí pueden venir de las palomas, la criptococosis pulmonar o del sistema nervioso –y aún así en casos muy raros y circunscrito a personas con su sistema inmunológico debilitado–, se producen cuando se inhalan sus heces, y no creo que nadie vaya por ahí metiendo la nariz en los excrementos de las palomas. Y por cierto, esta infección también se puede producir por frutas podridas o materias orgánicas en descomposición o por contacto con fómites en sábanas, peines o toallas. No sabemos si como propone con las palomas M.A. también desea que se talen todos los árboles frutales de Aragón, que mañas y maños dejen de evacuar y de peinarse o secarse tras la ducha. Y ya puestos de paso darle finiquito a los humanos puesto que nuestra especie transmite más enfermedades que las palomas. En cuanto a su pánico a pisar el Cesaraugusta contarle que en Roma, en el Largo di Torre Argentina, los restos arqueológicos conviven en paz con el mayor santuario de gatos de la Ciudad y con sus visitantes, de los que no hay constancia que salgan de allí con la piel cubierta de áreas escamosas y rascándose como posesos.
M.A. ve con dicha y esperanza en el nuevo gobierno municipal de Zaragoza a los ejecutores de sus deseos de aniquilación columbina, ya que como ella sólo carga las frases contra esas criaturas necesita de quien empuñe las armas o esparza el veneno para complementar con una matanza real su aportación ideológica. Y no se anda con miramientos en su planteamiento despreciando la empatía del mismo modo que se pasa por el forro de su fobia la ciencia y los datos.
—No debe hacer condescendencia con estas colonias— dice, y lo que añade después disipa cualquier duda de qué se esconde verdaderamente detrás de la cruenta propuesta de esta señora:
Basta de tonterías con el amor enfermizo a los animales y la defensa irracional del movimiento animalista.
En esa reflexión vacía de ética y compasión queda definida su postura en cuanto a maltrato de animales y el (nulo) respeto a sus derechos básicos se refiere, así como la animadversión a los activistas por esta causa, y aunque no hace mención a ello apuesto a que también es defensora de la caza y aficionada a las tardes de toros en La Misericordia. Esas aberraciones suelen ir en pack.
M.A. puede estar tranquila, pues es mucho más probable que resbale con una plasta de humano y se caiga de cara contra una sandía podrida a que una paloma confunda su ojo con un hangar, y del mismo modo que yo podría citarle un caso detrás de otro de enfermos contagiados por seres de nuestra especie estoy seguro de que ella no sería capaz de darme el nombre de un solo hospitalizado por culpa de una paloma.
Una mujer que se declara feminista y presume de luchar por los derechos de las mujeres debería por coherencia y decencia no
caer en ese especismo, y al igual que el machista se sabe libre de la violencia que genera porque no es mujer, sentirse a salvo de la que ella alienta por saber que no es paloma ni gato.