El Periódico Aragón

Resulta deprimente la protesta Quiero leer la autobiogra­fía de Woody Allen

- Daniel Gascón FILÓLOGO Y ESCRITOR

El grupo editorial Hachette ha dicho que no va a publicar en inglés las memorias de Woody Allen. En España anunció la publicació­n Alianza: estos días se confirmará si sale finalmente. Como escribió Elisa Martín

Ortega sobre su película, yo quiero leer ese libro.

La decisión de Hachette se produce tras las presiones de Ron Farrow, hijo de Allen y uno de los periodista­s que destaparon el Me Too, y las protestas de empleados de la empresa. El caso de Allen –las acusacione­s de abuso sobre su hija Dylan– recobró relevancia con el Me Too, pero es distinto: aquello era una cuestión de estructura­s, poder y sexo; esto es una disputa durante una separación. Quizá no sea necesario insistir en que la acusación contra Allen fue examinada y descartada en dos investigac­iodesmient­e, diferentes y que nunca se llegaron a presentar cargos contra él. Tampoco debería hacer falta añadir que se confunde interesada­mente la acusación con la relación con Soon Yi, hija adoptiva de Farrow, que era mayor de edad y que sigue siendo la pareja de Allen.

Con el Me Too, actores que decían admirar al director o cineastas cuya obra no existiría sin sus películas se dedicaron a condenarlo públicamen­te. No había ni un dato nuevo. Solo había cambiado el clima. A menudo eran los cineastas e industria que habían tolerado las predaletis­mo ciones, bien conocidas, de Harvey Weinstein. Fueron cobardes antes, cuando callaban, y fueron cobardes después, cuando acusaban. Lo único que importaba era la reputación.

Si solo se publicaran libros de personas de moral intachable, perderíamo­s muchas obras de interés. Buena parte de las obras de políticos polémicos, guerriller­os o delincuent­es no saldrían. Los autores del pasado no resistiría­n la prueba: encontramo­s abundantes ejemplos de machismo y racismo en los mejores escritores. Aun creyendo por convicción metafísica en una culpabilid­ad que la justicia Allen es uno de los mejores cineastas y escritores de las últimas décadas y su testimonio es interesant­e. Si es previsible el miedo de Hachette, resulta particular­mente deprimente la protesta de los empleados: su panes moral y su combinació­n de mojigaterí­a y crueldad ayudan a entender episodios de intoleranc­ia de otras épocas y hablan muy mal de las carreras de humanidade­s. Hace años se retiraban libros potencialm­ente controvert­idos por temor a las represalia­s de los fundamenta­listas islámicos. Es curioso que a la amenaza externa a la libertad de expresión del terrorismo religioso se sume la amenaza interna de unos niñatos narcisista­s, convencido­s de su superiorid­ad moral con la firmeza inquebrant­able que da la ignorancia.

de los empleados del grupo editorial Hachette

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