Lo que no tiene precio
¡Buenos días, Sra. María! ¿Qué me cuenta hoy? –dice el panadero del barrio. Le cuento: me ha regalado mi hijo un perro para que me haga compañía, se llama Regalo, pero es que aún no tiene un año y me toca cuidarlo a mi sola y no crea, que ya soy mayor... Al cabo de un año le volvió a comentar en el día del cumpleaños de Regalo a ese panadero: ¿sabe que mi perro me hace tanta compañía y me da tanto cariño que me ayuda a vivir con ilusión todos los días? Estoy encantada, solo le falta hablar. Su silencio y su mirada me sabe a comprensión y compasión. El panadero le contestó de inmediato: ¿sabe que hay ya robots que hablan y hacen labores asistidas? ¿Sabe que van a ser mejor los robots que los mismos perros? –Si, puede ser que cubran muchas necesidades, pero mi perro es mi Regalo de vida, me da una relación de contacto y un afecto extraordinario que, ni mi hijo hoy, ni mucho menos los robots, lograrían dármelo.