El Periódico Aragón

En el limbo de Lesbos

Medio millar de migrantes permanecen bloqueados en un barco en la isla griega sin poder pedir asilo ni trasladars­e a Europa La inquietud va a más entre los afectados y el agua y los alimentos escasean

- IRENE SAVIO eparagon@elperiodic­o.com LESBOS

Hasta hace cinco días, la familia de Alí, un afgano padre de cinco hijos y mirada triste, tenía aún esperanza. Ahora, desde detrás de la valla metálica que separa el navío militar en el que está recluido y alejado de los pasajeros que se suben al cercano ferri, continúa gritando hasta casi quedarse sin aliento. Busca atraer la atención de los pocos visitantes que, cuando la policía se distrae, logran intercambi­ar algunas palabras con el grupo de desesperad­os.

Detrás de él reposa imponente en el puerto de Mitilini el buque L177, de color gris plomo y reconverti­do en una especie de campo de refugiados flotante, cuya puerta trasera sigue abierta desde el pasado miércoles. El día en el que las autoridade­s griegas empezaron a embarcar a unos 500 migrantes llegados a las islas griegas desde el 1 de marzo, con el objetivo de ir al continente. Nada ha pasado desde entonces. Ni se ha permitido que puedan pedir asilo –una violación del derecho internacio­nal– ni el barco ha partido, como las autoridade­s habían dado a entender.

En los escasos metros de la zona donde se permite que los migrantes salgan para matar el tiempo, el bullicio es constante. Los niños juegan desabrigad­os entre las rocas, algunos sirios vagan cabizbajos parloteand­o en voz alta y de la valla cuelgan todo tipo de ropas que los migrantes han tendido para que tomen aire. La inquietud, ahora sí, empieza a adueñarse cada

«¿Por qué nos tratan como animales? No hay comida para todos mis hijos»

día más de la triste postal. «¿Por qué nos tratan como animales? Hace días que no nos podemos bañar, aquí no hay agua, ni comida para todos mis hijos. Y no sabemos nada», se queja Alí.

Los pálidos agentes griegos que les custodian no muestran ninguna alegría por la misión que cumplen y fruncen el ceño, arrugando la nariz al presuponer el peligro. Piden distancia y explican que ya hubo una protesta de los migrantes detenidos que les encendió las alarmas. Cuatro policías antidistur­bios a pocos 9 días por Turquía después de la muerte de 34 soldados turcos en el norte de Siria.

Desde el 28 de febrero, miles de refugiados y migrantes se acumulan en la frontera terrestre entre Turquía y Grecia. Su objetivo es cruzar a Europa, pero la policía griega lo evita con gases lacrimógen­os, violencia, robos y devolucion­es en caliente. La OIM estima que son algo más de 13.000; Turquía —a la que le interesa decir que son muchísimos–, más de 100.000. Más allá de los números, están todos absolultam­ente desesperad­os.

Muchos de ellos, al ver que no pasarían, han abandonado su intención y han vuelto a casa; varios miles siguen allí. Y Turquía sigue presionand­o: «Esperamos conseguir mucho más apoyo de la comunidad internacio­nal con los refugiados. Lo discutirem­os metros de allí, que se suman al hormiguero de agentes y guardacost­as que merodean por el lugar, son prueba de la creciente preocupaci­ón.

En tierra firme, entre los isleños locales, no faltan quienes creen que el Gobierno griego se ha metido «en un gran problema», como dice el periodista Nikos Manavis. «Han dicho que los quieren deportar. ¿Pero, adónde? Desde el 2015 [año de la gran ola migratoria] han expulsado a Turquía a menos de 2.000 personas llegadas a las islas griegas», afirma. «Es probable que acaben finalmente en Atenas, para que después les dejen ir, como ya ha ocurrido otras veces», añade.

«De momento todo está suspendido. Estamos a la espera de que nos digan qué hacer», confiesa un agente. La razón tal vez se halle en las protestas antiinmigr­antes en la localidad de Serres, en la frontera con Bulgaria, donde el Gobierno había anunciado que irían estos migrantes, para acabar en el antiguo cuartel militar de Vasiliadi. «Si esto no se soluciona, volveremos a protestar», contesta uno de los migrantes detenidos, Mohammed, al asegurar que él huyó de Alepo (Siria).

Según la prensa griega, Atenas busca altrnativa­s. Tampoco está claro qué pasará con el resto de las otras 1.100 personas estimadas por ACNUR que, como los migrantes ya detenidos, llegaron la última semana a las islas griegas. El desafió es también político. El diario Avgi asegura que la caótica gestión migratoria de Nueva Democracia –el partido conservado­r que ganó las elecciones en el 2019– podría acabar siendo la tumba del Gobierno.

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AFP / LOUISA GOULIAMAKI Unos niños juegan en el puerto de Mitilini, junto al buque.
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AP Recep Tayyip Erdogan.

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