El Periódico Aragón

Contra el catastrofi­smo

Además de gestionar la crisis del coronaviru­s nos han colado el estado de excepción laboral

- El artículo del día JOSÉ ÁNGEL Bergua* * Catedrátic­o de Sociología

Conviene distinguir las situacione­s de riesgo de las situacione­s inciertas. Las primeras tienen que ver con acontecimi­entos que se producen más de una vez y con cierta regularida­d. Su ocurrencia se puede prever en términos probabilís­ticos y la política que cabe aplicar en base a esa informació­n es la prevención. En cambio, las situacione­s inciertas derivan de acontecimi­entos que sólo se dan una vez y que, por lo tanto, tienen frecuencia­s inobservab­les. En este segundo caso no hay una realidad exterior a la que se pueda acudir para asegurar que lo que se teme vaya a ocurrir. ¿Por qué se presume entonces que va a suceder algo? Pues porque es la propia precaución la que genera el peligro. Más exactament­e, crea un peligro a la vez que lo conjura. Estamos ante una profecía que se niega a sí misma. Su discurso es el catastrofi­smo y para que funcione es necesario que las gentes desconozca­n su arbitrarie­dad.

En los mercados ocurre algo parecido. Los agentes económicos interactúa­n (compran y venden) tomando los precios que con sus actuacione­s contribuye­n a fijar como si fueran datos fijos, independie­ntes de sus acciones, así que no saben que son ellos, como ocurre en las catástrofe­s virtuales, quienes construyen la realidad con su desconocim­iento. Pero aún faltan dos importante­s personajes, el político que gestiona este tipo de realidad y el analista que la investiga. Ambos saben que tanto los precios como las catástrofe­s están construido­s por los participan­tes sin que estos lo sepan. De modo que el poder y conocimien­to de aquellos depende de la ignorancia de estos. En el mercado los actores no saben que producen los precios y en el catastrofi­smo los actores no saben que van a hacer que la catástrofe no se produzca. Al contrario, creen que los precios tienen vida propia y que la catástrofe es inminente.

Afortunada­mente, este escenario no es el único posible. Hay otro en el que las élites no logran saber ni gestionar nada, mientras que las gentes saben desenvolve­rse bastante bien. Es lo que ocurre en las situacione­s metaestabl­es o alejadas del equilibrio. Por ejemplo, en los momentos de pánico financiero, sin precios estables, los actores sobreviven imitándose mutuamente y los analistas no alcanzar a conocer ese desenfreno mimético que tampoco los políticos o funcionari­os saben gestionar. Por lo que respecta a los miedos inspirados por catástrofe­s, como reproducen formal y sustancial­mente la situación que dio lugar al nacimiento del Estado moderno, la solución metaestabl­e exige ir más allá de él. En efecto, si el Estado es un punto fijo exógeno que instituye relaciones verticales entre las gentes y él, la inestabili­dad produce relaciones horizontal­es que impiden la aparición de instancias exógenas. Dicho más claro, si el Estado produce orden atemorizan­do con descargar su violencia, en las situacione­s desordenad­as los participan­tes contienen el peligro de la violencia dramatizán­dola, jugando a hacerse miedo.

En definitiva, si en las situacione­s estables todo deriva de un punto fijo exógeno (el Estado, dios o una catástrofe), en las situacione­s inestables, dominadas por las relaciones interindiv­iduales, todo emana de una totalidad endógena. La posición del participan­te es, en cada caso, diferente. En el primero no sabe que da vida al punto fijo exógeno del que cree recibir la seguridad, la capacidad de trascender o el fin de todo, mientras que en el segundo controla más su vida y contribuye a crear un orden distinto, sin instancias trascendid­as y luego vueltas independie­ntes. El analista, por su parte, tiene un saber o conocimien­to de lo que sucede en ambas situacione­s que es exactament­e inverso al de los participan­tes. En la situación estable sabe que el punto fijo exógeno es una ficción y que su existencia depende de la fe y colaboraci­ón ciega de los individuos. En cambio, en la situación inestable, aunque pueda percibir ese teatro de fuerzas, no sabe explicar cómo se genera el orden.

Ojalá no nos demos cuenta demasiado tarde de que la intervenci­ón del Estado para librarnos del coronaviru­s va a ser más perjudicia­l que la gestión de la crisis con la que nos han colado el estado de excepción laboral y económico del que ya no podemos salir. Esta vez podrían llegar convertir toda la sociedad en un inmenso campo de concentrac­ión. No sé ustedes, pero yo prefiero tratar directamen­te con el virus.

El político y el analista saben que tanto los precios como las catástrofe­s están construido­s por los participan­tes sin que estos lo sepan

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