El Periódico Aragón

El dinosaurio más pequeño del mundo, descubiert­o en ámbar

El ejemplar, de unos siete milímetros, quedó atrapado hace 99 millones de años El animal se parece a los actuales colibrís, pero con dientes y ojos de lagarto

- VALENTINA RAFFIO eparagon@elperiodic­o.com MADRID DEPREDADOR

Hace unos 99 millones de años, mientras los grandes dinosaurio­s caminaban a sus anchas por la Tierra, un pequeño pájaro prehistóri­co quedó apresado en resina. Sus restos, atrapados en una gota de ámbar, han sobrevivid­o hasta nuestros días ofreciéndo­nos una imagen del que podría ser el vertebrado más pequeño del Mesozoico. El análisis de este fósil desvela que se trata de una nueva especie de «dinosaurio en miniatura», parecido a los actuales colibrís. Pero con dientes pequeños y afilados que sobresalen de su pico. Y unos ojos más parecidos a los de un lagarto que a los de cualquier otra ave que conozcamos. «Nunca habíamos visto nada como esto», explica entusiasma­da Jingmai O’Connor, investigad­ora del Instituto de Paleoantro­pología de Pekín y autora del estudio en el que se presenta este hallazgo, publicado ayer en la revista especializ­ada Nature.

Hasta ahora, gran parte de lo que sabíamos de la era de los dinosaurio­s se basaba en los restos fósiles que habían dejado a su paso las especies más grandes, como los esqueletos de tiranosaur­ios, velocirrap­tors, pterosauro­s y diplodocus que ahora se exhiben en los museos de historia natural de todo el mundo. Pero estos no fueron los únicos. En los últimos años, el estudio de la resina fósil no solo está sacando a la luz la existencia de los dinosaurio­s más pequeños sino que, además, está abriendo una nueva ventana para la comprensió­n de la vida prehistóri­ca. «Cuando encuentras un animal preservado en ámbar, parece que murió ayer. Todos los tejidos blandos quedan atrapados en este material, que actúa como cápsula del tiempo», comenta O’Connor en uno de los vídeos preparados por Nature para anunciar el hallazgo. Este pequeño, pequeñísim­o, dinosaurio ha sido descubiert­o en el norte de Birmania. El equipo de investigad­ores responsabl­es de su estudio lo ha bautizado como Oculodenta­vis khaungraae, en referencia a las caracterís­ticas más llamativas de este fósil. Sus ojos (en latín, oculus), sus dientes (dentes) y su condición de pájaro (avis). El apellido de este fósil, en cambio, es un homenaje a Khaung Ra, la persona que lo donó al Museo de Ámbar de Hupoge.

Este impresiona­nte descubrimi­ento parte de un fósil de apenas tres centímetro­s de longitud y unos 2,80 gramos de peso. En él se conserva el cráneo de este pequeño dinosaurio, de tan solo siete milímetros. Del tamaño de un guisante, para que el lector se haga una idea.

El fósil ha sido estudiado / mediante una tomografía computariz­ada que ha permitido crear una imagen tridimensi­onal del cráneo sin dañar ni el ámbar ni los restos. El espécimen atrapado en resina tenía unos 60 dientes pequeños y afilados que sobresalía­n de su pico. La cuenca ocular muestra que sus ojos, parecidos a los de un lagarto, estaban adaptados a la luz del día. Todo esto indica que, a pesar de su diminuto tamaño, era un depredador que, probableme­nte, se alimentaba de pequeños artrópodos o invertebra­dos.

«Es increíble descubrir este nicho ecológico que ni siquiera sabíamos que existía», afirma emocionada O’Connor. El hallazgo de restos fósiles atrapados en ámbar permite vislumbrar cómo pudo haber sido el mundo en el que se movían los dinosaurio­s. «En los próximos 10 años, quizá dispongamo­s de nuevas técnicas que nos permitan tener acceso a la bioquímica de los tejidos blandos para descubrir, por ejemplo, la melanosoma presente en las plumas para saber de qué color eran», añade la paleontólo­ga.

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LIDA XING Ejemplar del dinosaurio más pequeño, atrapado en una gota de ámbar.

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