El dinosaurio más pequeño del mundo, descubierto en ámbar
El ejemplar, de unos siete milímetros, quedó atrapado hace 99 millones de años El animal se parece a los actuales colibrís, pero con dientes y ojos de lagarto
Hace unos 99 millones de años, mientras los grandes dinosaurios caminaban a sus anchas por la Tierra, un pequeño pájaro prehistórico quedó apresado en resina. Sus restos, atrapados en una gota de ámbar, han sobrevivido hasta nuestros días ofreciéndonos una imagen del que podría ser el vertebrado más pequeño del Mesozoico. El análisis de este fósil desvela que se trata de una nueva especie de «dinosaurio en miniatura», parecido a los actuales colibrís. Pero con dientes pequeños y afilados que sobresalen de su pico. Y unos ojos más parecidos a los de un lagarto que a los de cualquier otra ave que conozcamos. «Nunca habíamos visto nada como esto», explica entusiasmada Jingmai O’Connor, investigadora del Instituto de Paleoantropología de Pekín y autora del estudio en el que se presenta este hallazgo, publicado ayer en la revista especializada Nature.
Hasta ahora, gran parte de lo que sabíamos de la era de los dinosaurios se basaba en los restos fósiles que habían dejado a su paso las especies más grandes, como los esqueletos de tiranosaurios, velocirraptors, pterosauros y diplodocus que ahora se exhiben en los museos de historia natural de todo el mundo. Pero estos no fueron los únicos. En los últimos años, el estudio de la resina fósil no solo está sacando a la luz la existencia de los dinosaurios más pequeños sino que, además, está abriendo una nueva ventana para la comprensión de la vida prehistórica. «Cuando encuentras un animal preservado en ámbar, parece que murió ayer. Todos los tejidos blandos quedan atrapados en este material, que actúa como cápsula del tiempo», comenta O’Connor en uno de los vídeos preparados por Nature para anunciar el hallazgo. Este pequeño, pequeñísimo, dinosaurio ha sido descubierto en el norte de Birmania. El equipo de investigadores responsables de su estudio lo ha bautizado como Oculodentavis khaungraae, en referencia a las características más llamativas de este fósil. Sus ojos (en latín, oculus), sus dientes (dentes) y su condición de pájaro (avis). El apellido de este fósil, en cambio, es un homenaje a Khaung Ra, la persona que lo donó al Museo de Ámbar de Hupoge.
Este impresionante descubrimiento parte de un fósil de apenas tres centímetros de longitud y unos 2,80 gramos de peso. En él se conserva el cráneo de este pequeño dinosaurio, de tan solo siete milímetros. Del tamaño de un guisante, para que el lector se haga una idea.
El fósil ha sido estudiado / mediante una tomografía computarizada que ha permitido crear una imagen tridimensional del cráneo sin dañar ni el ámbar ni los restos. El espécimen atrapado en resina tenía unos 60 dientes pequeños y afilados que sobresalían de su pico. La cuenca ocular muestra que sus ojos, parecidos a los de un lagarto, estaban adaptados a la luz del día. Todo esto indica que, a pesar de su diminuto tamaño, era un depredador que, probablemente, se alimentaba de pequeños artrópodos o invertebrados.
«Es increíble descubrir este nicho ecológico que ni siquiera sabíamos que existía», afirma emocionada O’Connor. El hallazgo de restos fósiles atrapados en ámbar permite vislumbrar cómo pudo haber sido el mundo en el que se movían los dinosaurios. «En los próximos 10 años, quizá dispongamos de nuevas técnicas que nos permitan tener acceso a la bioquímica de los tejidos blandos para descubrir, por ejemplo, la melanosoma presente en las plumas para saber de qué color eran», añade la paleontóloga.
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