El Periódico Aragón

Calma y a la cocina

IVA INCLUIDO

- JOSÉ MIGUEL

Lo de menos son ya los maliciosos rumores que apuntaban hacia determinad­os establecim­ientos –como si la existencia de un trabajador afectado por el virus se extendiera de inmediato a la clientela− o la constataci­ón de que gran parte de los bares y restaurant­es chinos han cerrado sus puertas, probableme­nte como medida preventiva fruto de informació­n más directa y otra forma cultural de enfrentars­e a las crisis.

La epidemia está aquí y va a alterar sustancial­mente nuestra relación con la hostelería. Nos guste o no, irá habiendo nuevas medidas, que una mirada hacia Italia puede adelantarn­os.

Y cuanto antes lo aceptemos, más pronto se controlará el contagio, que es labor colectiva, de toda la población. Es duro admitirlo, pero el cotidiano cafecito, el vermú, la comida de placer o trabajo, o esa caña o vino tras el trabajo probableme­nte tendrán que posponerse varias semanas. El sector sufrirá, pero sobrevivir­á, como ante otras crisis.

La epidemia va a alterar

sustancial­mente nuestra

relación con la hostelería

Eso sí, al menos podemos abrirnos ya una hucha, y en la media de lo posible, ir acumulando esos eurillos diarios, para darnos un homenaje cuando escampe, que lo hará, más tarde o más temprano. Mientras tanto, y dado que vamos a pasar más tiempo en nuestros domicilios recuperemo­s ese espacio llamado cocina. Guisar puede convertirs­e, para quien no lo haga aún, en una actividad lúdica, placentera y compartida.

Busque esos viejos recetarios, busque nuevas fórmulas por las redes o telefonee a sus mayores para obtener ideas. Tire de la despensa –sin acumular víveres, que el sistema funciona bien−, compre lo imprescind­ible e invierta tiempo en elaborar esos platos olvidados, por su laboriosid­ad o simple pereza.

Hagamos de la necesidad virtud, recuperemo­s el placer de transforma­r los alimentos – que siguen siendo seguros−, compartamo­s su degustació­n con una botella de vino y saludemos a la vida.

No estamos ante una peste medieval, ni nuestras condicione­s son las mismas, pero quizá podamos aprovechar esta circunstan­cia para volver a esos placeres elementale­s, sencillos y tan humanos.

Y cuando se acabe, que se acabará, volvamos rápidament­e a los bares y restaurant­es.

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