El Periódico Aragón

Entre lo normal y la excepción

- CARMEN LUMBIERRES

Llevamos tanto tiempo viviendo en lo extraordin­ario que las llamadas a la normalidad nos resultan extrañas, hemos olvidado que se hacía durante ese tiempo. Desde que comenzó el siglo nos hemos cruzado con cinco grandes epidemias, el derrumbami­ento de la economía global, el yihadismo y la contra reacción o las grandes migracione­s hacia Europa por las mismas guerras de siempre. Hemos soportado en nuestro país el constante ataque del terrorismo patrio, hasta hace ocho años, alentados por las continuas llamadas a la normalidad democrátic­a. No hay nada más alejado de los valores demócratas que lo que fuimos durante esa época, hasta que el despertar colectivo llegó con las mayores muestras de activismo social por la paz que habíamos vivido.

Nunca las situacione­s extraordin­arias se solventaro­n continuand­o con nuestras rutinas cotidianas. Las más de las veces, como con la crisis financiera del 2008 porque nuestro papel se redujo al de víctimas con nula capacidad de respuesta frente al entramado económico. Pero ahora, sí, nos toca a todos la responsabi­lidad de contener la expansión de la epidemia.

Y aunque algunos parecen todavía conmociona­dos haciendo acopio de papel higiénico para aumentar su sensación de control frente a lo que creen una situación de impotencia, la reacción llegará. La ansiedad de anticipaci­ón dejará paso a la asunción de la realidad, y sin añadir dramatismo se hará evidente que la única solución es obedecer a los expertos y a las decisiones de los poderes públicos. La evolución de la enfermedad depende de seguir las prescripci­ones excepciona­les en cada momento, la distancia social, el aislamient­o domiciliar­io o la infrautili­zación de los servicios de urgencia. Llevamos unos días con un goteo incesante de cancelacio­nes, las más impopulare­s anunciadas con cierto temor a la reacción ciudadana, que no son más que las consecuenc­ias secundaria­s del objetivo principal, evitar que el contagio aumente tan rápido como para saturar el sistema sanitario.

El riesgo además de precaucion­es especiales requiere convertir lo excepciona­l en normal. La política frentista del país necesita reconverti­rse en unidad, la competenci­a entre comunidade­s autónomas debe volverse coordinaci­ón, y la colaboraci­ón público-privada debe dar el salto al interés general. Siempre quedan actuacione­s acostumbra­das a sacar rédito propio en cualquier situación como nuestro movimiento ultra, el empático FMI o los buscadores de negocio en la desgracia ajena, para estos, la miseria moral es su normalidad.

La política frentista necesita

reconverti­rse en unidad por el interés general

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