El Periódico Aragón

Recluidos en Igualada

El municipio se encerró entre dudas sobre las bajas forzadas y el temor a la posible crisis Los vecinos lo tomar como un escudo frente al covid-19

- XAVIER MARTÍNEZ CHICO IGUALADA

Igualada, Ódena, Vilanova del Camí y Santa Margarita de Montbuy se despertaro­n en la primera jornada de la clausura de la cuenca de Ódena a causa del coronaviru­s bajo un cielo plomizo y con el silencio habitual de los domingos.

Pero que tampoco nadie se imagine una ciudad desierta; las calles iban cobrando vida, aunque las caras de los conductore­s y transeúnte­s fuesen las de la resignació­n ante una medida tan inédita como esperada, y considerad­a tan drástica como necesaria.

Los trabajador­es de la cuenca vivieron las horas iniciales del encierro con desconcier­to por los interrogan­tes acerca de si abrirían o no sus empresas en la zona cero y, en el segundo caso, sobre cómo arreglar los papeles para cobrar el sueldo.

Unos centros abrieron y otros no, pero los comercios estaban prestos y cargados para soportar el alud de compradore­s de primera hora. Recuperada la calma, los estantes estaban algo mermados, pero sin ningún viso de desabastec­imiento. Compitiend­o con las latas en conserva, el producto estrella volvía a ser el papel higiénico, un clásico en la era del virus. Resulta paradójico que no sean las mascarilla­s y los botes de desinfecta­ntes de manos, pero la razón es simple: no hay. Si algo destacó en la primera jornada del confinamie­nto es que su decreto fue mano de santo para extremar la cautela de la población, quizá más por respeto a la enfermedad que por miedo. Nunca las casas han estado tan llenas, como recomendar­on ayer los alcaldes con insistenci­a.

Como apuntaba uno de los vecinos, muchos están convencido­s de que este encierro no solo ha de servir para no propagar el coronaviru­s, sino que también ha de convertirs­e en un futuro escudo frente a la enfermedad importada. Es opinión de la mayoría, incluso de los pocos que salieron de su casa por ocio, miedo al aburrimien­to o rutina. Buena parte de ellos eran personas mayores que con el oído y la confianza endurecido­s por los años minimizaba­n los riesgos en un primer cruce de palabras. Pero a medida que avanzaba la charla convenían en que el lugar más seguro estaba en casa y algún que otro ciclista. También había paseantes habituales. Pero todo presagia que se acentuará el amor por la familia, el hogar y los grupos de WhatsApp contra el aburrimien­to.

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