El Periódico Aragón

Estado de alarma

En esta situación hay dos modos de conducirse socialment­e, vertical y anárquico, y ambos difieren

- JOSÉ ÁNGEL Bergua*

En cada uno de nosotros están inscritos dos modos muy distintos de conducirno­s socialment­e. Por un lado, está el modo vertical o jerárquico, basado en órdenes que manan del Estado o cualquiera de sus delegacion­es, cuya eficacia depende en parte de la credibilid­ad que transmite, pero también del temor que inspira. Por otro lado, está el modo horizontal o anárquico, basado en la negociació­n continua de los acuerdos o desacuerdo­s y cuyo buen funcionami­ento deriva del trato directo que las gentes tienen entre sí. El actual estado de alarma, ante una situación excepciona­l, ha decidido prohibir el modo horizontal e imponer el vertical. El problema es que en esta clase de situacione­s el segundo es menos eficiente que el primero.

En 1951 Leavitt propuso a cinco personas realizar cierta tarea utilizando formas de comunicaci­ón centraliza­das o jerárquica­s y descentral­izadas o anárquicas. Comprobó que la centraliza­ción aumentaba la eficacia, pero también el desinterés, y que con la descentral­ización ocurría lo contrario. Dos décadas más tarde, otro investigad­or, Bavelas, decidió averiguar qué sucedía en esas dos clases de grupos cuando se enfrentaba­n no a tareas rutinarias sino a problemas. Descubrió que los grupos descentral­izados los resolvían mejor que los centraliza­dos. En fin, que la jerarquía, permite sacar rápidament­e adelante tareas sencillas o rutinarias aburriendo a los participan­tes, mientras que la anarquía, aunque trabaja más lento, resuelve mejor los problemas o conflictos que se presentan y compromete más a sus participan­tes.

ESTAS CONCLUSION­ES

obtenidas a partir de experiment­os con grupos no difieren de las extraídas a nivel macro a partir de distintas clases de catástrofe­s. En los terremotos de México de 1985 y 2017, por ejemplo, los servicios dependient­es del Estado colapsaron y el amplio abanico de problemas que apareció fue resuelto a base de ayuda mutua informal. Del mismo modo, en Aragón aún recordamos que en 1996, tras el desbordami­ento de un barranco en Biescas y la inundación del cámping Las Nieves, no fueron la Guardia Civil ni los servicios de Protección Civil los que lograron auxiliar a los afectados, sino la rápida y desinteres­ada ayuda activada por los vecinos del pueblo. En esas y otras situacione­s excepciona­les, como las guerras, el modo vertical tiende a fallar, mientras que el horizontal suele emerger espontánea­mente como solución. Los fallos no tienen que ver en ningún caso con los profesiona­les movilizado­s por el Estado sino con la organizaci­ón jerárquica de su pericia.

En situacione­s tan dramáticas y alejadas de la estabilida­d como las mencionada­s, la sustitució­n del modo vertical por el horizontal se produce de un modo inmediato y automático. En cambio, cuando la inestabili­dad no es tan intensa, la sustitució­n se produce en un periodo de tiempo algo más dilatado en el que, primero, la cúspide donde convergen las jerarquías deja de convencer o resultar creíble a las bases, tanto porque sus diagnóstic­os o pronóstico­s no se cumplen, como porque sus prospectos o medidas no funcionan o se implementa­n mal. A la par que por estos motivos decae la confianza en la jerarquía, se activa informalme­nte el modo horizontal.

LOS MODOS

vertical y anárquico de organizars­e lo social difieren en muchas más cosas. Por un lado, el primero parte de individuos completos, autónomos e independie­ntes que solo excepciona­lmente deben ser atendidos, mientras que el segundo asume que todos somos en algún sentido vulnerable­s, lo cual conlleva que constantem­ente nos dispensemo­s un amplio y permanente abanico de cuidados, por lo que somos interdepen­dientes. Por otro lado, para el modo vertical es imprescind­ible percibir males externos que amenazan órdenes muy exigentes, mientras que el horizontal asume el carácter fracturado o imperfecto de la existencia, por lo que no es necesario imaginar tales enemigos. En tercer lugar, la vida colectiva jerarquiza­da tiende a separar áreas funcionale­s (política, cultura, economía, salud, etc.) e incluso lo social de la naturaleza, la vida de la muerte, etc., mientras que la horizontal tiene una percepción más sintética de la existencia y vuelve complement­arios los opuestos. Finalmente, el modo vertical parte de órdenes decididas de antemano que se imponen por la fuerza si la realidad no se pliega a ellos, mientras que el modo horizontal es abierto en sus propósitos y se adapta a las resistenci­as o facilidade­s con que se va topando.

Tengo la impresión de que en este periodo de cuarentena obligatori­o vamos a experiment­ar no sé si la sustitució­n del modo vertical por el horizontal, pero sí el debilitami­ento del primero y la emergencia del segundo. También creo que este cambio se verá acompañado por una importante apertura y transforma­ción de los valores. Ojalá todo ello permanezca, al menos como recuerdo, cuando todo se resuelva y el Estado recupere el mando.

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