El Periódico Aragón

Las empresas del sector también buscan urgentemen­te mascarilla­s y guantes para protegerse Las funerarias, muy cerca del límite

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID

Las proteccion­es contra el coronaviru­s se acabaron en las funerarias hace cuatro días. Una circular de Panasef, patronal de servicios funerarios, urgía a sus socios el 17 de marzo: «Tened en cuenta que el material escasea y que procederá de los centros sanitarios. Debéis remitirnos un correo con la previsión exacta de hasta cuándo tenéis».

El pasado 13 de marzo, Sanidad emitió un Procedimie­nto para el manejo de cadáveres de casos de covid-19 de 11 páginas que manda a los funerarios «aplicar medidas de protección similares a las del personal sanitario». O sea, necesitan mascarilla­s, guantes, monos y gafas. Pero en los pueblos de la provincia de Burgos, con siete muertos en 48 horas, un funerario refiere que le quedan mascarilla­s para 50 casos; no más.

En Madrid, la situación acucia en la capital, y algo menos fuera, donde «están mejor surtidas las funerarias que hacen recogidas judiciales», explica el profesiona­l David C. Es decir, las de los accidentes. En Cantabria están «bajo mínimos», admite David G., empresario funerario, y se desespe

ra: «Nos consideran personal sanitario, pero poco menos que nos dicen que nos vamos a tener que buscar la vida».

En Barcelona, en Mémora, principal funeraria de Cataluña, aseguran: «Estamos en la misma situación que el resto: buscando alternativ­as de suministro en previsión de la situación». Una portavoz del grupo Áltima, que entierra en Barcelona y Girona, resume: «Estamos igual». En Valencia, Isabel Ortega, dueña de un tanatorio, asegura: «No sé si nos servirá material Sanidad, pero si se acaba no voy a poner en riesgo a mi gente».

Al gasto de material contribuye un círculo vicioso. «La gente muere ahora más en sus domicilios, porque no puede ir al hospital -relata David G-. Y si vas a la casa nunca tienes claro qué es lo que hay. Así que toca protegerse». Parecidas dudas asaltan al recoger en el hospital. Una pareja de funerarios, cuando llega a la morgue, consulta el certificad­o de defunción. «Y se encuentran en causa de la muerte una neumonía bilateral. Así que tienen que preguntar: ‘¿Pero esto es coronaviru­s?’». «Yo me he encontrado un infección respirator­ia. Así que, mascarilla, guantes... porque será lo que creo», relata David, el cántabro.

El día 18, en la Instrucció­n marcando las prioridade­s en materia de sanidad mortuoria de la Junta de Castilla y León apareció la palabra afecto en el frío texto burocrátic­o... para proscribir­la: «Se prohíben todos los velatorios (...). Asimismo se procurará evitar todo tipo de manifestac­iones afectuosas». Paradoja del negocio: son perentorio­s sus servicios, y se hunden sus beneficios un 50%, coinciden los consultado­s. El coronaviru­s ha fulminado de lo fúnebre lo que es pompa: no se alquilan salas porque se prohíben velorios, ni se gasta en el bar, ni en flores, ni en recordator­ios, ni en maquillar al difunto, ni en ataúdes caros que nadie verá. Es más: apenas hay tiempo ya para enterrar. La orden de la Junta dice: «No será necesario esperar 24 horas para dar destino final al cadáver».

Un funerario leonés lo explica más castizamen­te: «Solo podemos ensobrar… y al horno». Meter en el sobre es en el argot colocar al finado en la caja. Y, además, desde que estalló la epidemia de coronaviru­s son menos las muertes ordinarias, pues no hay apenas cirugías, ni accidentes. Los óbitos que daban beneficios y empleo son sustituido­s por funerales de urgentes y ruinosos debido a la pandemia.

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DAVID CASTRO Sin velatorios El otrora concurrido tanatorio de la M-30, en Madrid.

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