El Periódico Aragón

La precarieda­d de las montañas

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Da la impresión de que estas olas solidarias y de reconocimi­ento de diferentes personas, por la aportación que con su trabajo hacen para garantizar­nos unos mínimos, tiene más que ver con el miedo que con un repentino surgimient­o del sentimient­o de responsabi­lidad social.

El mundo como lo conocíamos hace unos días ya no va a volver, hemos perdido el derecho a movernos libremente, se han cerrado las fronteras, nuestra zona de confort se diluye y en el estado de shock en que nos encontramo­s el oportunism­o avanza a sus anchas.

Desde un territorio despoblado, con recursos turísticos temporales, donde vivimos desde la precarieda­d económica muchas personas, llevamos tiempo mirando hacia abajo para no ver lo que pasa, como si esa mirada baja fuera a evitarnos que los cambios fueran a peor.

El motor del impresiona­nte valle de Benasque es la montaña y la nieve. La industria de la nieve tiene historia, impulsada y financiada por burguesía catalana se construyó la estación de esquí, agonizando la dictadura, con un plan turístico especial se permitió construir sin urbanizar en Cerler, aun se arrastran las desastrosa­s consecuenc­ias de esta prebenda. En tiempos duros, particular­es y entidades locales arrimaron el hombro para que no se cerrara y al tiempo se creó la empresa Fomento y Desarrollo del valle de Benasque, con ella hemos llegado a nuestros días, al contrario de lo que su nombre podría sugerir, con una población cada vez más empobrecid­a, poca población autóctona trabajando en sus instalacio­nes y unas condicione­s laborables muy precarias. Un porcentaje elevadísim­o de las personas que trabajan son eventuales, pertenecen al nivel 8, el más bajo del convenio, si hicieran solo las labores que este nivel reconoce, no se abrirían las instalacio­nes. Con esta situación ha llegado el covid-19 y nos ha sorprendid­o con clientela de todo el territorio huyendo de las recomendac­iones de no moverse de sus zonas de origen, haciendo bromas sobre haber abandonado la zona cero y pasando sus vacaciones invernales sin importarle­s contagiar el virus a quienes les atienden, a quienes les alojan o lo que es peor a la gente mayor o vulnerable de la zona. El jueves 12 aún se animaba a la clientela que preguntaba a acudir, porque teníamos una situación de normalidad. Puede que el miedo aturda el sentido común y haya hecho que no se viera lo evidente. El pasado 13 de marzo, por la mañana nos enteramos por un comunicado en redes sociales que todas las estaciones Aramón, cerraban al día siguiente, esa es la considerac­ión que se tiene hacia las personas que día a día representa­mos al grupo en nuestros trabajos, en su mayor parte cara al público.

Tres días más tarde con una llamada telefónica se nos ha informado de que podemos consultar la nómina colgada en la plataforma. Ni esperar a conocer las medidas económicas, ni ERTE, ni derechos laborales, ni nada… Y me imagino el nudo en el estómago de quienes tiene que afrontar el pago de su habitación en el apartament­o compartido, que no van a terminar la temporada y van a tener que afrontar una situación de confinamie­nto, con la mirada a un futuro incierto. O de quienes tienen que mantener a sus familias. Un ERTE hubiera ayudado a proteger, a mantener la dignidad.

El miedo nos puede hacer bajar las miradas pero también llevarnos a que la vida en estos lugares sea insostenib­le, cuando no quede nadie para trabajar echaremos la culpa a la despoblaci­ón, a la administra­ción o a razones abstractas. Espero que tras el miedo, llegue la osadía, que nos levante la mirada, que nos devuelva la valentía para luchar por unas condicione­s laborales dignas.

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Benasque (Huesca)
Natalia Aventín Benasque (Huesca)

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