Pandemia
A raíz de la pandemia que estamos viviendo, a más de uno se le pasará por su cabeza, en estos momentos de reflexión y a la vez de preocupación, cómo desarrollamos nuestras vidas. No nos pararnos a pensar en los que tenemos alrededor o los que en la distancia, aunque cercana por los medios de comunicación, sufren indigencia, guerras e injusticias, propiciadas por el egoísmo y la despreocupación del resto de la humanidad. La manera de descifrar la existencia y proporcionar sentido a la misma, se perfecciona no simplemente con elementos técnicos, sociales o económicos, sino también con gestos, halagos, silencios, palabras etc. Estos incentivos son obligatorios para permanecer, puesto que el organismo irrumpe en un proceso de abatimiento, malestar y caída. Vivir en la superficialidad del pensamiento, emociones y sensaciones, es horrendamente más violento que la angustia. Con el parangón constantemente desaprovecharemos, padeceremos y al final todo en vano. Los sentimientos son primordiales, intimar, apreciar, felicitar a los que nos rodean sería esencial en esta comunidad de desafección e individualismo. El sentido común se disipó hace tiempo, nuestro patrón social, materialista, insolidario, piensa en sí mismo y rechaza continuamente los sufrimientos de los demás. ¿Es posible que con esta experiencia que nos está tocando vivir, podamos cambiar hábitos de vida, que nos están envenenando en nuestra convivencia?