Es primavera
Osambela Navarro*
Esta crisis nos ha llevado a todos a pasar por un curso acelerado, más bien por un inescapable máster práctico, que bien podría llamarse Educación para la Ciudadanía. Eso sí, exento de las polémicas y controversias que acompañaron durante su corta vida a aquella asignatura del mismo nombre impulsada por
También podría llamarse Civilidad, siempre, claro, en el sentido que le da el profesor
que bajo ese concepto presupone el cumplimiento de dos condiciones: la ética, que comprende los valores y la importancia de un espacio compartido en el que decisiones personales ponen en peligro al resto; y la normativa, que acepta la obligatoriedad de un marco común legal, aunque sea excepcional y temporal, como el marcado por el estado de alerta en el que vivimos, ante el que solo podemos cerrar filas.
En estas difíciles circunstancias la reacción de la sociedad española ha sido ejemplar, una vez más. Es obvio que la solidaridad está en su ADN. Se comprobó tras la crisis mundial del 2008, que tardó en hacerse palpable gracias, en gran medida, a la fortaleza de la red familiar; y quedó ratificada empíricamente entre el 2002 y el 2014, cuando según la Encuesta Social Europea, la actitud solidaria plasmada en diferentes causas y la colaboración con organizaciones de voluntariado creció en 16,3 puntos (desde el 32,6% hasta el 48,8% ), lo que nos colocaba a la cabeza de Europa en este aspecto.
Resulta emocionante cada tarde el aplauso al extraordinario esfuerzo del sector sanitario, en todos los niveles de su escalafón; sin duda la reivindicación o el recordatorio de la importancia que tiene para un país la sanidad pública, la misma que ha de verse como un escudo social fundamental y no con la lógica de la rentabilidad que han argüido siempre liberales y neoliberales. No olvidemos los innegables y continuos recortes de los últimos años que ahora hay que lamentar.
Hay otros sectores estratégicos que también están logrando que la vida cotidiana no colapse, amén de iniciativas de particulares y colectivos que ponen sus medios a disposición de la comunidad. Una vez más la sociedad civil, esa que llena un lugar no ocupado por el Estado, es la que por ahora sostiene el entramado anímico que cuelga de los balcones españoles. La misma que a día de hoy todavía nos invita a parafrasear a El coronavirus podrá cortar las flores, pero no podrá detener la primavera.
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Queda patente una vez más que el concepto solidaridad viaja en el ADN de la sociedad española