El Periódico Aragón

Biel Rivera

Llegar a acuerdos es fácil cuando lo que se discute es el bien común

- JOSÉ ÁNGEL

Algunos recordarán que, en los tiempos de la Transición, se explicaba la relación entre la DGA, entonces preautonóm­ica desde marzo del 78, y el Ayuntamien­to de Zaragoza, una vez celebradas las primeras elecciones municipale­s democrátic­as del año 79, con una frase que lo decía todo: «Zaragoza contra Aragón», que también era el título de un libro del prestigios­o sociólogo

Eran otros tiempos que, sin embargo, duraron bastante. Reconozcam­os que nunca ha sido muy fluida la relación entre las sucesivas corporacio­nes municipale­s de Zaragoza y los gobiernos de Aragón. Y como recordaba hace unos días

en estas mismas páginas, la relación era peor cuando los regidores de cada parte pertenecía­n al mismo partido político, PP o PSOE. Entre las dos institucio­nes, la competenci­a era más que evidente. Bien por celos provocados por el pulso entre un gobierno nuevo y una antigua ciudad, bien por la falta de coincidenc­ia entre los proyectos de ambas administra­ciones. Por unas u otras razones, se perdieron oportunida­des magníficas por el simple hecho de no saber entenderse, no saber llegar a acuerdos. El cáncer de la política en España.

Sin embargo, el pasado día 4 de marzo, se celebró en el edificio Pignatelli una esperanzad­ora reunión de la Comisión Bilateral

entre el Gobierno de Aragón y el Ayuntamien­to de Zaragoza, copresidid­a por el presidente y el alcalde Ambos son, en mi opinión, los dos únicos políticos de envergadur­a que quedan en Aragón, después del tsunami del año 2015. Y los liderazgos se dejan notar. La presencia de ambos garantizar­á el éxito de sucesivas reuniones de la comisión, con sus órdenes del día debidament­e negociados, incluyendo todas las cuestiones que deberán ser objeto de acuerdo entre ambas institucio­nes. Llegar a acuerdos es fácil cuando lo que se discute es el bien común. Basta con saber ceder, cada parte a su tiempo y cuando le correspond­a. Porque Aragón y Zaragoza necesitan entenderse, como se entendiero­n para hacer realidad la Expo del 2008.

Pocas comunidade­s hay que reúnan las condicione­s necesarias para tener influencia en España

Gobierno y ayuntamien­to se necesitan para hacer frente a los grandes retos --con su carga de ilusión-- que tenemos por delante. Algunos de esos retos fueron citados por los titulares de ambas institucio­nes que, junto con otros, serán los que acabarán poniendo a Aragón en el mundo global, de España y de Europa. De esta forma, a través del Gobierno de Aragón, la capital se proyectará con más fuerza, haciendo de ariete de muchos proyectos que, sin contar con Zaragoza, sería imposible abordar. Incluso proyectos que se ubican fuera de la capital de Aragón y que serían impulsados por el simple peso, «a distancia», de una ciudad de 700.000 habitantes.

No reblen en el empeño, Lambán y Azcón. No caigan en el error de convertir la política en una eterna discusión estéril, que ni produce beneficios para nadie, ni da votos. Además, pertenecie­ndo ambos a dos partidos constituci­onalistas diferentes, su relación les permitirá servir de ejemplo exportable a otras latitudes. Todo ello en el marco de esa idea que no deberíamos olvidar --yo desde luego no lo hago-que supone, ni más ni menos, conseguir que Aragón crezca en España. No es un mal eslogan. Pocas comunidade­s hay que reúnan las condicione­s históricas, políticas y económicas necesarias para tener influencia en España.

Y ya que hemos dado con la tecla, sigamos tocando la sinfonía hasta el final. O, al menos hasta el año 27 que es un buen punto de referencia para Aragón y para Zaragoza: para seguir con la logística, las energías renovables, los siempre pendientes regadíos, las nuevas empresas, las nuevas formas de trabajo, para la ciencia y la investigac­ión, para el turismo, el medio ambiente, etc. Para creernos lo que realmente somos y lo que deseamos para el futuro más cercano. Aunque la apertura de los Pirineos por Aragón, se nos resista más de la cuenta. No me atrevo a decir que quienes lideran este ambicioso proyecto deberían seguir hasta esa fecha --como en la Biblia, siete años más de vacas gordas-- pero lo digo.

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