El Periódico Aragón

Futura estrella del fútbol español

- LUIS FANDO eparagon@elperiodic­o.com ZARAGOZA

Avelino tomaba asiento en la grada principal de El Plantío. Cerca de él estaba Joaquim Rifé, mito del Barcelona que por aquel 1976 estaba en el cuadro técnico del club culé. A cada uno de ellos le había traído hasta Burgos un jugador en especial. Al representa­nte catalán le gustaba mucho el guardameta Manzanedo, que años después dejaría su huella en el Valencia. Este no era el objetivo del secretario técnico zaragocist­a. Él tenía sus ojos puestos en un veinteañer­o de complexión fibrosa que levantaba repetidas exclamacio­nes de júbilo en la grada con sus fintas de seda.

En aquel partido el Burgos dio un nuevo golpetazo en la tabla con un 20 ante el Real

Murcia. Todos coincidían. El mejor había sido el de la banda derecha, Juanito. El primer gol nació de una acción suya. Regateó a dos jugadores granas hasta que lo derribaron al borde del área. Tomó la pelota y, en vez de tirar a portería, le lanzó un pase a Kresic que sorprendió a los defensas con un tiro al fondo de la red. Avelino Chaves apuntaba en su cuaderno de notas. De pronto, mientras escribía, el público se puso en pie tras un caño a otro futbolista visitante. El fuengirole­ño se sentía en el patio del colegio. No solo se divirtió con su estilo osado y lleno de frescura infantil, sino que marcó el segundo gol tras rematar a placer el pase de la muerte de Cos. Terminó el partido y los jugadores burgaleses se abrazaron. Sabían que su destino era ascender a Primera. En la zona de autoridade­s, el responsabl­e de los fichajes zaragocist­as guardaba los papeles en su maletín de cuero. Se llevaba una impresión muy positiva.

A los pocos días comenzó a redactar el informe. «Tiene cualidades de un extremo nato. Es muy hábil con el balón. Domina con soltura el amago, la finta y el dribling. Entra en el área

«Tiene un defecto difícil de corregir: el poco control de sí mismo. Lo expulsan demasiado»

con decisión. No marca muchos goles, pero los facilita. Tiene un defecto difícil de corregir, que es el poco control de sí mismo, por lo que le expulsan con demasiada frecuencia», redactó Avelino Chaves con su prodigioso ojo para los jugadores. El documento pedía el fichaje. «Es un buen jugador para cualquier club. Si su traspaso no es desorbitad­o se puede hacer». Esta labor de scouting, más propia de alguna década posterior, fue la base de una operación que tomó mucha fuerza cuando el

Real Zaragoza hizo oficial la incorporac­ión de Lucien

Muller al banquillo de La Romareda. El mismo entrenador que había ascendido al

Burgos a Primera y uno de los maestidad tros de Juanito.

Mientras el Atlético de Madrid se tiraba de los pelos por haber dejado escapar a Juanito años atrás, Muller se mostraba sincero durante aquel mercado veraniego de 1976 en la revista Don Balón: «Yo le he aconsejado al presidente Zalba que lo compre. La operación se puede dar en 40 millones de pesetas. Los vale. El problema puede radicar en que el Real Zaragoza no pueda pagarlos». Todas las partes coinci

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