La primavera
Menchu Gil Ciria Zaragoza
Este año y esta estación transitada está gafada por el coronavirus en el mundo.
Ante esta inmersión bacteriológica, los humanos tenemos miedo a infectarnos, miedo a morir sin nadie, miedo a quedarnos solos, miedo al miedo.
La soledad serena y solidaria tiene sus ventajas, tiene sus sonrisas y recursos, a los que no se tiene miedo, como que la primavera les acoja pronto, esos árboles llenos de flores que brotarán con nosotros y a pesar de nosotros, con nuestras ilusiones y sueños, con nuestra bondad expresada, con nuestro partir, repartir y compartir.
La humanidad se expresa a través de su naturaleza, origen y evolución, no sin nosotros, los de a pie, los que corren y los parados, los inválidos y los lisiados…
Todos tenemos la esperanza de vivir y que nos dejen la vida para vivirla, para disfrutarla y para amarla. Vivir la primavera y todas sus estaciones, vivir con las manos extendidas hacia la necesidad de otras esperando, vivir en el mas acotado aliento asistido hacia la recuperación de una vida que nadie pone precio, y que es el bien superior del misterio al que aceptamos humanamente todos limitados. Llueve, hoy en estado de aislamiento obligado, obedeciendo por ti y por mi, en este estado de alerta, país querido de fronteras cerradas y de mentes abiertas, en estado de protegerse a si mismo y a los demás y ahora todos en casa, tiempo de mirar hacia dentro, abriremos las ventanas y el aplauso será por todos nosotros los de afuera y los de adentro, corresponsablemente unidos en una música universal.
Nunca ha sido tan claro lo que se canta en tiempo de crisis: salud, dinero y amor, hasta que un día y pronto, lo veamos claro, como una luz en la ansiedad: ¿Verdad que no se valora la vida hasta que se puede perder?