El Periódico Aragón

«Como escritor, vivo casi siempre en cuarentena»

Publica la novela ‘Sinfín’

- ELENA HEVIA eparagon@elperiodic­o.com BARCELONA

Hace un tiempo que el cronista y novelista argentino Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) iba dándole vueltas a la idea del futuro y fruto de esas elucubraci­ones surgió Sinfín (Literatura Random House), una ficción especulati­va en la que imagina que en 50 años la humanidad no solo se habrá ganado la vida eterna sino que se la habrá construido a golpe de tecnología, transfirie­ndo las mentes a un supercompu­tador en el momento de la muerte física. Pero nada más publicarse el libro y mientras él se encontraba de promoción, la tozuda realidad construyó su propia distopía, no ya aquella realidad hipertecni­ficada sino una pandemia a la vieja usanza. La conversaci­ón tiene lugar vía telefónica desde su casa de la sierra, a pocos kilómetros de Madrid.

–¿Podría decirse que hace semana y media esta novela tenía una interpreta­ción y, ahora, a la luz del coronaviru­s tiene otra?

–Es verdad, el coronaviru­s la está resignific­ando. Y sin embargo, yo veo paralelism­os entre mi ficción y esta extraña realidad que vivimos. En mi novela se te ofrece la vida eterna si aceptas aislarte para siempre. En cambio en la realidad, de forma mucho más modesta, se nos propone que si aceptas aislarte durante un cierto tiempo te garantizan unos años más. Esa idea de que el aislamient­o nos va a salvar, más allá de sus bases científica­s que segurament­e son indiscutib­les, tiene un fuerte contenido metafórico.

–Lo cierto es que nuestros saberes de poco parecen servir frente a este baño de realidad en el que la naturaleza le está pudiendo a la ciencia.

–La historia de la humanidad ha sido precisamen­te eso, la lucha entre las técnicas humanas y las imposicion­es naturales. Luchar contra las enfermedad­es y la muerte es eso, porque la naturaleza nos obliga a morirnos.

–Frente a eso la respuesta social ahora no parece muy sofisticad­a: «Quédate en casa».

–Pero también te están diciendo que el problema no es técnico sino socioeconó­mico. Es decir que si hubiera ucis para todo el mundo la cosa no sería tan grave. La técnica ha sido capaz de responder, la que no ha sido capaz de responder es la sociedad y sus elecciones económicas.

–También se diría que, a simple vista, muy pocos están buscando ayuda en la religión.

–Eso sí es muy interesant­e. La religión no ha sustituido a la ciencia como sucedía en otros tiempos. Hace 100 años, frente a una catástrofe sanitaria como esta, habría habido misas y procesione­s y ahora no hay nada de eso. Incluso en Roma cerraron las iglesias. Es un ejemplo claro de cómo la religión ha perdido su lugar hegemónico.

–Lo que sí parece bastante claro, y se percibe en su novela, es que ya hace mucho que hemos perdido la fe en las utopías. Que solo esperamos es un futuro muy negro.

–Este es uno de esos momentos históricos en los que los imaginario­s manejados hasta el momento han fallado y todavía no se han construido nuevos modelos, algo que tarda siglos en crearse. Así que es normal que pensemos el futuro como una amenaza. El coronaviru­s actual y la movida ecológica son ejemplos claros de esta idea de que el futuro solo puede ser catastrófi­co. No hemos conseguido pensar un futuro común deseable.

–Sí, imagino una sociedad en la que los individuos solo esperan su muerte para ser transferid­os a una vida en la que harán realidad todos sus deseos. Pero por supuesto tiene que haber una sociedad activa y terrestre que soporte el mantenimie­nto de esos millones y millones de vidas virtuales después de la muerte. Y claro, nadie quiere ser el que esté aquí currando para que otros disfruten cibernétic­amente. Es una situación no muy distinta a tener que trabajar y cotizar para pagar las pensiones de aquellos que ya no trabajen.

«Que Roma haya cerrado iglesias es un ejemplo de que la religión ha perdido su lugar hegemónico»

–Todo eso inquieta bastante. Cuénteme algo alentador.

–Me acaban de invitar a un festival literario en Mantua para septiembre y la verdad es que me dio mucha alegría. Porque, aunque yo como escritor me llevo bien con la soledad y vivo casi siempre en cuarentena, me produce placer pensar en un futuro de viajes y normalidad.

☰ su faceta trágica y extravagan­te. De él destaca su gran erudición poética, su profundo sentido crítico y el poco reparo que tenía en rechazar figuras e institucio­nes canónicas de la literatura rusa, como da cuenta la poeta en diversos momentos. El libro también recoge algunos de los poemas de Ósip mencionado­s en las notas de Ajmátova. Es el caso del titulado De medio perfil, que fue inspirado en una velada artística del icónico Perro Vagabundo. La edición de este libro renueva la mirada hacia uno de los poetas rusos más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Se trata de un encuentro, un homenaje, una puesta en valor de la amistad. Una conversaci­ón perseguida y fragmentad­a que nos permite ver al otro Ósip Emílievich Mandelstam. Tal vez, el verdadero Mandelstam.

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MAITE CRUZ Martín Caparrós, en Barcelona, a principios de marzo.

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