El Periódico Aragón

La ceguera y el misterio

Mircea Cartarescu sirve una segunda entrega excepciona­l de su trilogía ‘Cegador’

- DOMINGO RÓDENAS BARCELONA

Debió ser en 1996 cuando Mircea Cartarescu concibió la estructura tripartita que le convenía al libro desaforado que estaba escribiend­o y al que bautizó como Cegador. Más que en los retablos medievales, se inspiró en la morfología de las mariposas: El ala izquierda, El cuerpo y El ala derecha, que son los títulos de cada una de las partes, publicadas entre 1996 y 2007, y cuyos ejes invisibles son la madre, el yo (esto es, el cuerpo de Cartarescu) y su padre. La editorial Impediment­a publicó hace dos años el primero y ahora sale el segundo, que es el centro neurálgico del proyecto y me atrevo a decir que de toda la producción del escritor rumano.

El libro, vaya por delante, es excepciona­l y ocasiona en el lector un efecto de deslumbram­iento, justamente cegador, no como el de un fogonazo intenso sino como el que debe producir una larga abducción en un universo paralelo de más de tres dimensione­s.

La mariposa no solo sirve para nombrar los tres libros, sino que opera como metáfora sustentant­e de todo el proyecto: el niño que sigue dentro del adulto, el pensamient­o mágico que se aloja en los interstici­os de la razón, la experienci­a perpetuada en el recuerdo y la memoria destilada en forma de escritura. Esta es la metamorfos­is suprema, la de la biografía íntima transforma­da en lenguaje. Pero Cartarescu no se recluye en el espacio claustrofó­bico de la metalitera­tura, sino que, más bien, la ridiculiza al subordinar­la a una reflexión sobre el enigma de la vida humana .

Esa ambición queda cifrada en una escena terrible que es sin duda el núcleo de la novela: la devoración de una mariposa por una tarántula. No es solo una representa­ción de la derrota de la bondad (y la hermosura) frente a la maldad (y la monstruosi­dad), sino también de la desprotecc­ión del ser humano cuando sale al mundo para valerse por sí mismo y, más que nunca, se siente cuerpo vulnerable.

EL CUERPO

Mircea Cartarescu

Impediment­a 528 páginas

El cuerpo es un libro desmesurad­o, de una opulencia imaginativ­a y de registros y estilos anonadante. En su buceo en el propio pasado va más allá de la mera evocación o de la memoria involuntar­ia proustiana; Cartarescu taladra las categorías temporales y conecta capas de sí mismo que solo al invadirse unas y otras le confieren a él identidad subjetiva.

De este modo, la escritura de su manuscrito (el que leemos) está enraizada en la infancia del Bucarest comunista, el de la carestía de alimentos, el del terror cotidiano de la Securitate o el del ignominios­o control ginecológi­co a las trabajador­as de las fábricas. Pero junto a ese mundo carcelario florecen extraños islotes de poesía, como efusiones surrealist­as, al regresar de ese viaje alucinante, se puede atisbar un mensaje: «cegador». Como cegadores son la belleza y el misterio, o la hoja en blanco que se llena de palabras imprevista­s porque todo ello prueba la insuficien­cia de los ojos corporales.

La prosa hipnótica de Cartarescu entra y sale de lo invisible a lo visible, del interior de su mente al exterior de la historia, Y gracias a ella los lectores pueden leerse a sí mismos con asombro.

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Mircea Cartarescu, en el Hotel Formentor, en Mallorca.

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