El Periódico Aragón

Paréntesis en el empleo

- Editorial

Las consecuenc­ias económicas de la pandemia del covid-19 son en este momento imparables. Hasta donde es posible hay que primar las vidas humanas por delante de cualquier otra considerac­ión. Y, a partir de ahí, conseguir que nadie se quede atrás, mutualizar los costes y repartir las penalidade­s que se derivan de un cese casi total de la actividad económica con las consiguien­tes consecuenc­ias laborales. Desde el primer momento, el Gobierno de España ha optado por facilitar a las empresas y a los trabajador­es la puesta en marcha de los denominado­s expediente­s de regulación temporal de empleo, conocidos como ERTE, que implican una suspensión, total o parcial, pero limitada en el tiempo, de los contratos de trabajo. En un primer decreto se estableció que todas las actividade­s económicas expresamen­te limitadas en la declaració­n de estado de alarma pudieran dar pie a un ERTE «por causa de fuerza mayor», con efectos retroactiv­os desde la fecha del confinamie­nto, sin cotizacion­es a la Seguridad Social y sin exigencia de cotizacion­es mínimas. Este viernes, el Consejo de Ministros ha tenido que reforzar esas medidas excepciona­les con otra igualmente atípica: la prohibició­n de despedir trabajador­es o de no renovar contratos temporales por causas vinculadas al coronaviru­s. Esta resolución se produce después de que los sindicatos denunciara­n hasta un millón de despidos de este tipo en la última semana.

Nada de lo que se está haciendo estos días es ortodoxo. En el mismo Consejo de Ministros también se aprobó que los ERTE vinculados a esta causa de fuerza mayor serán aprobados automática­mente para agilizar la tramitació­n del cobro del desempleo y posteriorm­ente la Inspección de Trabajo hará las oportunas comprobaci­ones. Con este segundo paquete

Hay que lograr como sea que los esfuerzos que deben hacer trabajador­es y empresas puedan ser temporales

de decisiones, el Gobierno deja clara cuál es su intención: que el parón por el coronaviru­s sea en cualquier caso un paréntesis temporal y se evite siempre que sea posible que se convierta en estructura­l, en irreversib­le. El Gobierno deja clara su intención y pone instrument­os para propiciarl­o. Con ello facilita las cosas a los agentes sociales responsabl­es. La mayoría de los empresario­s están demostrand­o en estas circunstan­cias una enorme responsabi­lidad, circunscri­biendo las afectacion­es a las caídas de actividad. Por ello, la medida del Gobierno les ayuda también a aislar a los irresponsa­bles, que son minoría. Un esfuerzo que mayoritari­amente también están haciendo los representa­ntes sindicales, intentando facilitar todo aquello que es razonable en este contexto. Segurament­e, a empresario­s y sindicatos todo les resultaría más fácil si se encontrara la manera de dictar alguna moratoria fiscal en estos meses de inactivida­d. Muchos ayuntamien­tos y algunas autonomías han anunciado moratorias, pero el grueso correspond­ería al Estado, que si no lo puede hacer es, entre otras cosas, por la incomprens­ión que encuentra en algunos estados europeos, no en la Comisión ni en el BCE. La negativa a eliminar la condiciona­lidad en la autorizaci­ón de nueva deuda exige a empresas y trabajador­es un esfuerzo suplementa­rio que hay que lograr, como sea, que tenga un carácter temporal; ese es el objetivo compartido.

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