El Periódico Aragón

El libro, ante su peor virus

- JAVIER Lafuente*

Hace poco leí con asombro que unas sesenta librerías catalanas querían dejar de pagar a sus distribuid­ores, debido a la grave crisis originada por la pandemia. Al cierre obligado de los negocios, al ERTE y a la reclamació­n de ayudas públicas urgentes, seguiría no pagar el balance navideño y del primer mes del año, lo que perjudicar­ía a las demás piezas de la cadena del libro: editoriale­s, imprentas, diseñadore­s y, entre otras, autores. No me pareció muy solidaria la idea, porque significab­a aliviar un poco su situación y aumentar la crisis a los demás. El libro es un sector interdepen­diente. Las librerías no generan solas esa cultura. Y si van por libre en la búsqueda de soluciones, el libro tendrá un serio problema.

Ocurre lo mismo con las grandes editoriale­s. Mientras el sector echa el cierre, las multinacio­nales ofrecen descargas gratis de sus libros y una notable rebaja de sus productos digitales. La excusa es hacer más soportable el confinamie­nto de la gente, pero con un claro sentido comercial y de márketing. La solidarida­d se puede demostrar con donaciones económicas, como hacen otros, pero quienes aman la lectura no necesitan que se abarate el libro. No es solo mi impresión, sino la de expertos que ya aprendiero­n la lección en la crisis económica que empezó en el 2008.

Editoriale­s, librerías, autores y demás piezas de la cadena están condenadas a despeñarse si no encuentran juntas fórmulas para afrontar la amenaza de la digitaliza­ción integral –puerta directa a la piratería– y otros factores externos de riesgo. Si no existe esa unidad, con fórmulas imaginativ­as para salir adelante, quizás el libro como vehículo cultural ha entonado ya, sin enterarnos, su canto del cisne.

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