Carta abierta
Decido escribir estas líneas, profundamente decepcionado con muchas cosas. Pero, priorizando, en estos días tan convulsos, no puedo menos que echarme las manos a la cabeza.
Finalizando el mes de marzo, después de todo lo que se sabía desde China y luego desde Italia, me encuentro que, como ciudadano, no me quieren hacer las pruebas del coronavirus en Aragón porque no soy personal de riesgo, me dicen telefónicamente. Desde el pasado día 9 de marzo que empecé a desarrollar los síntomas, he ido poco a poco acumulando la mayoría de ellos. Felizmente, tanto mi mujer como yo nos estamos recuperando. Pero sin saber a ciencia cierta si hemos tenido la enfermedad o no. Con todo lo que ello implica, de posibles contagios que hemos podido realizar, como de riesgos en el futuro.
Mi primera reflexión es: ¿en manos de quién estamos? ¿Cómo vamos a mejorar si no sabemos quiénes están contagiados y quiénes no? La primera conclusión que extraigo es que desde el minuto cero hasta ahora, las cifras que nos están dando son erróneas. Adolecen de exactitud. Se está midiendo mal y, por tanto, las conclusiones que se puedan extraer son, hasta cierto punto, equivocadas.
Estoy cansado de nuestros dirigentes. A día de hoy, lo siento mucho por la condescendencia, pero ninguno de ellos ha demostrado estar a la altura de la ciudadanía. No deja de dar la vergonzosa impresión de que se priorizan intereses partidistas, sigue dando la sensación de que todo se decide para minimizar desgastes o sacar réditos, pensando en futuras citas electorales. Sobran amaneramientos, técnicas de márketing e imagen, frivolidad, demagogia y contradicciones.
Cada día que pasa me parece más nauseabundo el comportamiento de todos aquellos que frivolizaron, jugando a sacar ventaja, de mítines o de manifestaciones, manipulando al pueblo. A ese pueblo que ahora se nos está muriendo a todos, y del que todos formamos parte. Hay que priorizar. Leía una de entrevista a Yuval Noah Harari, dice cosas muy interesantes. Unión de acción a nivel mundial. Yo me conformaría, de momento, con que la unión fuese a nivel de Estado.
Si cada político solo se preocupa de sus ponzoñas lo único que nos esperará será un desastre aún mayor a la vuelta de la esquina.
Pido pues de verdad sentido común. Basta ya de simplezas. No es tiempo de estadistas de palabras políticamente correctas, vacías de contenido y de cara a la galería. Es tiempo de salvar vidas.