Un centro para discapacitados, en alerta tras sumar 5 positivos
Las trabajadoras denuncian la falta de equipos de protección individual necesarios Más de 30 de sus 120 residentes están enfermos con fiebre y tienen otros síntomas
El Centro de Atención a la Discapacidad Intelectual CAMP-CADI de Zaragoza cuenta con 5 casos positivos por covid-19 entre sus usuarios. De los 120 residentes, más de 30 presentan síntomas y picos de fiebre, según informan una de sus auxiliares y otra trabajadora, quienes prefieren guardar su anonimato.
Ante la propagación del virus desde hace una semana, las auxiliares y enfermeras, dedicadas a la atención directa de los usuarios, denuncian la falta de material para su protección. «Lo que hemos conseguido es donado o porque nosotras nos hemos movido», explica una de ellas. El equipo que emplean son monos de fumigar, donados por la familia de una compañera, pantallas que una empresa les entregó tras la solicitud de otra de las empleadas, algunas mascarillas que quedaban en el centro por el tratamiento de un paciente con citostáticos, batas confeccionadas con bolsas de basura, mascarillas impermeables proporcionadas por una familia del centro y mascarillas de tela donadas.
El pasado fin de semana llegó a este centro público del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) equipos de protección compuestos únicamente por guantes y mascarillas quirúrgicas. «Con estas no podemos atender a los pacientes porque sirven para que, si yo estoy contagiada, no le contagie, pero él me puede contagiar a mí», detalla la auxiliar. Otra de las trabajadoras comenta que el lunes recibieron solo 10 mascarillas para un total de 150 trabajadores. Según la auxiliar, es una «situación de desprotección total» y hay varias empleadas de baja, de las que una dio positivo en coronavirus.
Aseguran que llaman cada día al departamento de riesgos laborales, «la respuesta es que no sabían cuándo iban a llegar los EPI», añade. También han preguntado si la DGA había pensado en sacar a los enfermos a centros habilitados. Y les preocupa el riesgo de contagio a sus propias familias, ya que, tras su jornada laboral, las empleadas vuelven a sus casas.
El centro, que atiende a personas con discapacidad intelectual grave, se ha visto desbordado con la situación y mantiene a los enfermos en habitaciones de aislamiento. «Es difícil controlarlo porque se han estado mezclando todos y no pueden guardar las medidas de seguridad. Además, hace tiempo que no reciben visitas y no pueden salir y hay repuntes de agresividad», detalla.
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