El estrés de los universitarios
Hoy vamos a por las universidades. Parece que, como todo, va por barrios, porque determinadas facultades están funcionando como un reloj. No voy a nombrar ni a las buenas ni a las malas. Pero sí que hay ciertos problemas comunes. El primero, que cada autonomía está aplicando distintos raseros en sus universidades. El País Vasco dice una cosa, Madrid dice otra,y así hasta la náusea. No hay una directriz clara y global, como la hubo desde el Gobierno con la EVAU. El segundo es la falta de preparación de muchos profesores universitarios para desenvolverse en el mundo digital. Mundo que, en el caso de la universidad, es tan complicado que da dolor de cabeza, y lo digo por experiencia profesional. Los alumnos son nativos digitales, pero muchísimos profesores no. Y ahora se nota.
El tercero es el nivel de exigencia: a los alumnos se les pide que estudien como si estuvieran en clase, pero no lo están, y por mucha buena voluntad que ponga el profesor para atender tutorías online o para dar las clases desde su casa con una cámara casera, no es lo mismo. ¿Cómo se van a evaluar esos conocimientos adquiridos de forma precaria? El cuarto son las prácticas, que afecta más a unas titulaciones que a otras. Y que son, por definición, presenciales. Y el quinto problema, por fin, es qué pasa con las matrículas. Porque con lo caras que son (en unos sitios más, en otros menos, y hablo de centros públicos) tampoco hay una directriz clara de qué va a pasar.
Al final, si uno estudia una carrera es para salir listo para desempeñar una profesión. Y aquí, auguro que la descentralización está haciendo que las desigualdades (de medios, de preparación, de criterios de evaluación) nos pasarán factura pronto.
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