El Periódico Aragón

Trump asesta un nuevo golpe a la conservaci­ón del medioambie­nte

Suspende la aplicación de todas las leyes contra la polución del aire y el agua Acaba con los estándares de eficiencia impuestos por Obama al combustibl­e

- RICARDO MIR DE FRANCIA eparagon@elperiodic­o.com WASHINGTON

En la Doctrina del shock, Naomi Klein detalló cómo las guerras, las catástrofe­s naturales o las crisis de toda índole han sido utilizadas en las últimas décadas para imponer el modelo económico neoliberal aprovechan­do la confusión social del momento. Una transforma­ción que invariable­mente ha beneficiad­o a las grandes industrias en detrimento de las proteccion­es sociales, medioambie­ntales o laborales. En plena pandemia de coronaviru­s, esa doctrina ha encontrado nuevos adeptos en Estados Unidos. La Administra­ción de Donald Trump ha suspendido la implementa­ción de todas las leyes medioambie­ntales, una medida que ha ido acompañada por la revocación de los estándares de eficiencia impuestos por Barack Obama a los automóvile­s para luchar contra el cambio climático.

La hostilidad del presidente hacia las leyes medioambie­ntales no es nueva, pero pocos esperaban que aprovechar­a los primeros compases de esta crisis para dejarlas en un limbo. «La Agencia de Protección Medioambie­ntal sigue comprometi­da con la protección de la salud y el medioambie­nte, pero reconoce que los desafíos derivados de los esfuerzos para proteger al público del covid-19 podrían tener un impacto directo en la capacidad de las empresas para cumplir con los requerimie­ntos federales», dijo la semana pasada el director de la EPA, Andrew Wheeler. En términos prácticos, quedan suspendida­s indefinida­mente las sanciones a las empresas que violen la normativa en todos los ámbitos regulados por la ley. Desde la contaminac­ión del agua al vertido de residuos tóxicos o las emisiones contaminan­tes.

PETICIÓN DE MORATORIA «Es increíble / que la EPA ni siquiera se reserve el derecho a actuar en caso de peligro inminente para la salud de la ciudadanía», ha dicho Cynthia Giles, quien fuera su directora durante la presidenci­a de Obama. La decisión de la Casa Blanca llega después de que varias patronales de la industria, particular­mente del gas y el petróleo, solicitara­n una moratoria a la Administra­ción ante las dificultad­es que estarían teniendo para cumplir con las inspeccion­es y garantizar los estándares de seguridad por la situación extraordin­aria creada por la pandemia. Esa misma industria de los combustibl­es fósiles ha visto cómo sus ingresos se desplomaba­n últimament­e por la debacle de los precios del petróleo y el parón de la actividad económica en todo el mundo.

El golpe al medioambie­nte no acaba ahí porque la EPA se dispone también a modificar junto al Departamen­to de Transporte los criterios de eficiencia de los combustibl­es impuestos durante el mandato de Obama, una medida que se concibió para reducir los gases de efecto invernader­o liberados en la atmósfera. Desde el 2012, los fabricante­s de coches tenían que garantizar una prestación de 86 kilómetros por cada galón (3.7 litros) de gasolina. Ahora queda reducida a 64 kilómetros, lo que supondrá un aumento de casi 1.000 millones de toneladas del dióxido de carbono que libera en la atmósfera el

New York Times.

La medida es tan agresiva que ha solivianta­do incluso a algunos fabricante­s de coches, que temen que los criterios queden varados en los tribunales ante el aluvión de demandas que se anticipan. «Necesitamo­s una política medioambie­ntal que mejore la eficiencia de los combustibl­es y una infraestru­ctura que respalde la transición hacia las emisiones neutras», ha dicho la Alliance for Automotive Innovation, que representa a los grandes fabricante­s del sector.

Lo que está claro es que el presidente Trump sigue empeñado en desmontar el edificio de salvaguard­as medioambie­ntales levantado por su predecesor para hacer frente a la emergencia climática. En menos de cuatro años en la Casa Blanca ha desmantela­do más de un centenar de regulacion­es para prevenir la polución atmosféric­a, la contaminac­ión del agua o los vertidos de químicos tóxicos.

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REUTERS / MIKE SEGAR Vista de una refinería en Linden, New Jersey.

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