Esto era la excepcionalidad
Los titulares de ayer, sobre los datos del paro del mes de marzo, alertaban que la crisis del coronavirus llevaba al empleo a su peor mes de la historia. Lo extraordinario hubiera sido lo contrario, con más de cuarenta millones de españoles encerrados en su casa. Los sectores más afectados son servicios, si no nos queda abierto poco más que alimentación y farmacia, y construcción, que han sido de los últimos en parar, pero a los que el solo recuerdo del agujero del 2008 les ha convertido en los más reactivos. Estamos midiendo con parámetros ordinarios una situación excepcional, y no solo ocurre en lo económico sino en lo asistencial. Ni nuestro sistema sanitario, ni el de ningún país puede absorber con normalidad este ritmo de contagio y de ingresos hostar pitalarios. Eso sí, nos retrata en nuestras debilidades a corregir en su precarización del personal e inversión de la sanidad pública cuando consigamos salir de la epidemia, con el menor número de fallecidos posibles.
Solo estamos intentando parar el golpe, el Estado se ha puesto en marcha de una manera reactiva, pues la capacidad preventiva del conjunto del mundo se ha visto reducida a la nada. Esa es una de las grandes lecciones que debemos sacar del drama al que asistimos como principales protagonistas, no como en otras epidemias que veíamos por la televisión y nos afectaban residualmente.
Este refuerzo del sistema preventivo, solo se puede hacer con mucho dinero a largo plazo, lo que no siempre tiene rédito electoral. El aumento de la vigilancia epidemiológica y de las reservas estratégicas que nos ayuden a defendernos de la próxima, porque habrá más, tiene que salir de los Presupuestos Generales del Estado, así que las prioridades, una vez superada la contención de esta, deberían esclaras para todos los partidos políticos y para sus votantes.
Los epidemiólogos no dejan de contar que el nuevo virus se superará con la inmunización de la población, o por contagio controlado por el aislamiento y asistencia de los servicios sanitarios o con las vacunas, que tardarán un tiempo en llegar. No hay más, estas son las únicas posibles para hacer frente a la situación y las dos llevan sus tiempos. Lo extraordinario es el desconocimiento de la enfermedad, la dificultad en la predicción de su evolución y la ausencia de certezas sobre cuándo y cómo saldremos. Todo lo demás, se vuelve ahora de segundo orden, incluso la reactivación económica. Primero vivos y sanos, después la normalización productiva. Esperanzados sí, pero realistas también.
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Solo estamos intentando parar
el golpe. Primero vivos y sanos, luego la productividad