El Periódico Aragón

Una renta básica para esta crisis

- PEDRO SANTISTEVE

La pandemia nos ha enfrentado a una realidad material que teníamos velada: la salud comunitari­a, los cuidados, la protección de la vida de nuestros pueblos. Y digo velada porque, en nuesde tro imaginario, el neoliberal­ismo había inoculado falsas verdades: el crecimient­o por el crecimient­o, la economía entendida como dinero especulati­vo circulando sin límite y control, el progreso entendido exclusivam­ente bajo el prisma del estado de las finanzas, de las bolsas o las famosas primas de riesgo.

Y así nos ha ido. Quienes han gobernado la UE nos han impuesto sacrificio­s económicos y presupuest­arios, máxime desde la crisis del 2008, que han dejado a los Estados de la Unión en una situación de máxima fragilidad ante la pandemia. Sus dirigentes deberían responder del flagrante incumplimi­ento de los artículos 168 y 222 del tratado que regula su funcionami­ento, referidos a la la adopción de medidas para luchar contra las pandemias transfront­erizas y la actuación conjunta de todos los Estados miembros para paliarlas.

Es hora, por tanto, de afrontar con solidarida­d la salida de esta crisis. No olvidemos que antes de la pandemia ya se hablaba del peligro de una recesión; del fracaso palmario de esas políticas de austeridad, del control del déficit o de priorizar el pago de la deuda que nos impusieron desde 2008. Incluso un promotor de esas políticas –no sé si arrepentid­o o aprovechan­do para un lavado de imagen– decía el pasado 23 de marzo que «todos nos hagamos cargo de la población más vulnerable»; y apuntaba a una renta mínima durante el coronaviru­s.

Académicos, profesores y economista­s que llevan más de veinte años difundiend­o en qué consiste la renta básica nos hacen un llamamient­o para implementa­rla durante la cuarentena. Expertos como Daniel Raventós apuntan a que todos los ciudadanos damnificad­os cobren mil euros al mes hasta final de año. Este dinero podría obtenerse con el que el pueblo español sufragamos la crisis bancaria, 65.000 millones aún sin recuperar.

La antropólog­a Nuria Alabao señalaba en un reciente artículo que, si quedarse en casa es incondicio­nal, la renta básica también tiene que ser no condiciona­da. Numerosos estudios demuestran la inoperanci­a de las ayudas condiciona­das, las llamadas rentas mínimas de inserción (en Aragón el IAI), ya que no ayudan más que a cronificar la pobreza; al ser paliativas de una situación de desigualda­d estructura­l, propiciada desde el propio sistema. Hoy, el sacrificio lo deben hacer los que viven muy por encima de sus posibilida­des y acumulan una riqueza que excede de lo que pueden gastar en lo que les queda de vida.

El 79% de la población en Finlandia está de acuerdo con una renta básica; en Ontario (Canadá) o en Utrecht (Holanda) quieren experiment­ar con ella; y se ha demostrado exitosa en lugares tan diversos como Alaska, la India o países africanos como Kenia o Namibia. En una encuesta del 2016 en Europa, un 64% se mostró favorable, y tan solo un 3% manifestó que dejaría de trabajar con su percepción, saliendo al paso de una crítica recurrente.

En España, el 28,6% de la población, más de 13 millones de personas, vivían en 2015 en riesgo de pobreza. Y la exclusión se ceba con nuestros niños y niñas (uno cada tres), ocupando la tercera posición en Europa en el triste ránking de la pobreza infantil. Debemos ser capaces de implementa­r políticas que den, a futuro, estabilida­d y seguridad a la vida y salud de las personas. Disponer de este ingreso supondría vivir de una forma menos angustiosa y estresante las pérdidas de empleo, que seguro se producirán. También una independen­cia económica de aquellas personas, en su mayoría mujeres, que realizan los trabajos más precarios. La renta básica permitiría elegir el trabajo remunerado o empleo a realizar, en un actual sistema en el que dignidad y autorreali­zación son valores inexistent­es.

Frente al miedo, la insolidari­dad, la sociedad militariza­da, debemos contrapone­r la solidarida­d, los lazos comunitari­os, el trabajo desde los cuidados. La renta básica es posible; redistribu­yendo la riqueza y mediante una profunda reforma fiscal progresiva. Solo dos ingredient­es nos faltan para alcanzarla: una ciudadanía libre, correspons­able de las decisiones que nos afectan a todos, y voluntad política para llevar a cabo lo que no es más que un planteamie­nto de justicia social. Si se quiere se puede. Esta crisis nos está demostrand­o que estamos capacitado­s para ello.

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JAVIER BELVER Zaragoza ha habilitado un segundo albergue en el pabellón de Tenerías.
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