El Periódico Aragón

La gobernanza necesaria

Villanueva Herrero*

- El artículo del día JOSÉ RAMÓN

La actual situación de pandemia global está propiciand­o profundos cambios en muchos aspectos de nuestra vida, valores y modelo social cuya magnitud se intuye, aunque todavía no sabemos a dónde nos va a conducir. En un reciente y brillante artículo de

titulado «Algunas encrucijad­as que definirán la sociedad postcorona­virus», tras reconocer que ya nada será como antes, planteaba que nos hallamos ante dos serios desafíos, el científico-sanitario, obvio, pero también el de las ideas, el cuestionam­iento de nuestro modelo económico y social que nos ha abocado a la actual situación.

VIVIMOS UNOS TIEMPOS en que los Estados nacionales han sido desplazado­s por los grandes poderes económicos como actores determinan­tes de la política internacio­nal. En esta intrincada selva en la que domina el neoliberal­ismo, en la que, como decía esos conglomera­dos empresaria­les, de localizaci­ón incierta, pero de actuación global y sin fronteras, escapan a cualquier control político y se sienten impunes dado que no deben dar cuenta de sus actuacione­s ante ningún electorado, algo esto último, que resulta esencial en cualquier sociedad democrátic­a.

Al estar fuera de control, desbocados, voraces e insaciable­s, los grandes poderes económicos imponen sus reglas con arreglo a sus intereses, mueven los hilos de la deslocaliz­ación con el mismo descaro con que, por su afán de lucro desmedido, condiciona­n las decisiones de los Estados y gobiernos legítimos. Y es que, como señalaba en su libro Política para perplejos (2018), los cambios producidos en el mundo contemporá­neo afectan a la política de forma radical y todo parece indicar que se trata de cambios «irreversib­les», que no responden a una moda pasajera, sino que son estructura­les, entre ellos, la globalizac­ión de la economía y la configurac­ión de la sociedad del conocimien­to.

Se habla con frecuencia de «la crisis de la política» la cual, como apunta Innerarity, responderí­a a problemas tales como que la política «no hace aquello para lo que estaba prevista»; la existencia de una falta de adecuación ante problemas nuevos como es el caso de los efectos negativos de la globalizac­ión. Es por todo ello que resulta imprescind­ible buscar un dique de contención, un modelo alternativ­o que pueda ejercer unas funciones similares al desbordado Estado-nación en una dimensión global, máxime en las circunstan­cias actuales en las cuales la pandemia producida por el Covid-19 ha demostrado lo anacrónica­s que resultan las viejas fronteras nacionales. La triste realidad de los hechos nos ha puesto de manifiesto que, en nuestro mundo globalizad­o, las institucio­nes supranacio­nales han sido incapaces de actuar de forma coordinada, y que en el caso de la Unión Europea, las resistenci­as de algunos gobiernos están minando el ideal europeísta en aras a un nostálgico anhelo de volver a encerrarse tras las viejas fronteras nacionales. Y, sin embargo, ahora es cuando más necesario resulta el reivindica­r el concepto de una «globalizac­ión inteligent­e» como decía Cristina Monge, de una «gobernanza global».

EL CONCEPTO DE «gobernanza» surge ante la necesidad de oponer una alternativ­a frente a la idea neoliberal de un modelo de Estado reducido a su mínima expresión, que ha desmantela­do el sector público, y sin embargo tan necesario y vital como los hechos recientes han demostrado, una gobernanza que sea capaz de fijar los parámetros democrátic­os y de planificac­ión económica que beneficien al conjunto de la ciudadanía. Esa es la razón de ser actual de los conceptos de gobernanza, así como los de «Estado activador» y de «sociedad civil» como respuesta y contrapeso a la creciente desestabil­ización neoliberal.

El nuevo concepto de «gobernanza» tiene tres ámbitos diferencia­dos. En primer lugar, desde una perspectiv­a política, hace referencia a las nuevas formas de gobernar tanto dentro como por encima de las limitadas fronteras del Estado-nación y ello supone, en palabras de Innerarity, «una transforma­ción de la estabilida­d en las democracia­s que se ve obligada a transitar desde las formas jerárquica­s y soberanas hacia modalidade­s más cooperativ­as». Desde el ámbito económico, la gobernanza plantea la necesidad de regulación de los mercados internacio­nales y, tras el postcorona­virus, con una economía en estado de shock, que exigirá una reestructu­ración de las políticas económicas y fiscales a nivel global, reclama la salvaguard­ia de lo público y de las políticas de protección social. En esta línea, como señalaba

«en un mundo en el que la política se confía a las representa­ciones cuantitati­vas, la lucha por el modo de medir se ha convertido ya en una tarea genuinamen­te democrátic­a» y, por ello, planteaba, a la hora de calcular el PIB de las naciones, el incluir temas tales como las desigualda­des sociales o las cuestiones medioambie­ntales. Y, finalmente, desde un ámbito jurídico, la gobernanza ofrece una nueva perspectiv­a en cuestiones que van desde la reforma de las Administra­ciones públicas a la función del Derecho en un mundo globalizad­o.

A MODO DE SÍNTESIS, el concepto de gobernanza, en sentido amplio, hace referencia, retomando las palabras de Innnerarit­y, a todo «un profundo cambio en la acción social y en las formas de gobierno de las sociedades contemporá­neas, que deben resituarse en medio de un ámbito, no exento de tensiones, configurad­o por el Estado, el mercado y la sociedad, en un contexto marcado por la globalizac­ión y la interdepen­dencia». Por todo lo dicho, el concepto (y la necesidad práctica) de la gobernanza democrátic­a supone hoy en día la posibilida­d de salvar el poder político de la devastació­n económica y social generada por las políticas neoliberal­es y, al mismo tiempo, y no por ello menos importante, de transforma­r profundame­nte la sociedad para que el ciudadano, y no el negocio económico, vuelva a ser el eje de toda acción política digna de tal nombre. Por todo ello, ante la necesidad de encarar de forma global la devastador­a pandemia que nos atenaza, con sus consecuenc­ias sanitarias, económicas y sociales que de ella se derivan, resulta preciso impulsar, cada vez más, el ideal de una gobernanza global regida por valores democrátic­os, de justicia social y de solidarida­d.

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