Estornudos, tos...
Normalmente, actuamos mediante el acto reflejo de girar la cabeza y colocarnos la mano en la boca cuando tosemos o estornudamos. La medida recomendada de acercarnos el interior del codo, además de no ser un muro infranqueable, deposita una carga viral en la prenda que podría rozar superficies o personas.
Las estadísticas dicen que nos tocamos ojos, nariz y boca una media de 20 veces al día. Estos días, por lo general, somos conscientes después de haberlo hecho. A pesar del confinamiento, muchas personas siguen trabajando y utilizan el transporte público, o realizan compras en supermercados; también nuestro personal sanitario, mayormente expuesto. Durante estos periodos de tiempo, más o menos prolongados, algunas de estas personas toserán o estornudarán; nadie podrá lavarse las manos; y muchas de ellas se tocarán la cara. Si la mayoría de contagios se producen a través de afectados asintomáticos ¿no se frenaría la expansión si todo el que debiera abandonar el confinamiento lo hiciera protegido como si lo fuera? Si todos hubiéramos llevado mascarilla y guantes desde el principio, como en los países asiáticos, la cadena de contagios hoy no sería la misma, y los hospitales no estarían colapsados.
Parece obvio que los recursos de protección personal vayan destinados al personal sanitario, pero sin olvidar el abastecimiento de las farmacias. Sin olvidar que los ciudadanos somos el primer dique de contención de la pandemia. Que no nos repitan día tras día las mismas recomendaciones exiguas. Aprendamos de quiénes ya lo han conseguido.