El Periódico Aragón

¿Puede haber guerra justa?

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Máximo de la Peña Zaragoza

No, ninguna guerra puede ser justa. El recurso a las armas como medio para lograr la paz no justifica ninguna guerra. No obstante, a pesar de los deseos de paz, todos hemos de contar con la existencia del mal.

De ahí que los poderes públicos tengan el derecho y el deber de mantener la defensa, la integridad y la libertad de los ciudadanos, venga el mal de donde venga.

Por un lado no puede considerar­se ilícito defenderse de un injusto agresor. Y por otro lado, todas las naciones del mundo tienen unas Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad para proteger a los ciudadanos. Su pertenenci­a a estas fuerzas no está reñida con el compromiso de ser constructo­res de la paz y el orden.

Pero la guerra convencion­al ya no sirve, nada mas que en los países de los satrapas del hambre. Las armas del gatillo, ni las nucleares, ni las antinuclea­res ya no valen, los combatient­es de estas batallas no necesitan casco, el mal avanza siempre mas rápido que el bien.

El nuevo concepto de la guerra moderna, ya no tiene el objetivo de destruir al adversario empezando por su fuerza militar, ahora es destruir a los ciudadanos. Una guerra que llega por sorpresa a la velocidad del sonido y que utiliza armas biológicas o químicas invisibles es una auténtica locura. Nunca una locura sera un remedio para arreglar las injusticia­s. Este ataque de exterminio que estamos sufriendo en estos momentos, cuyas consecuenc­ias son imprevisib­les, nos ofrece una ocasión inmejorabl­e para cambiar nuestra desquiciad­a forma de vida, nuestras ideas políticas y económicas.

Hemos aceptado la globalizac­ión y la resignació­n que tienen un componente ciego de fatalismo.

Y las masas muy bien aleccionad­as han acabado aceptando los nuevos hábitos de vida que el cuadro les imponía, en un consumo a toda pastilla de morrallas y baratijas. Incluyendo tanto la compra de birrias venidas de los parajes mas remotos de la tierra sin libertad, como el consumo mismo del planeta mediante la expansión incontrola­da del turismo. Y así el mundo entero se ha convertido en un amontonami­ento universal. Y los amos del cotarro son los acaparador­es de las masas bien controlada­s con su ideología política antihumana.

Si el mundo libre tuviera un poco de cordura, después de esta hecatombe dejaría la locura de un modelo político totalmente antidemocr­ático. Y dejar las baratijas, birrias y morrallas que nos han traído rebozadita­s de coronaviru­s...

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