El Periódico Aragón

Un fuego global que tenemos que apagar juntas

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Nos enfrentamo­s a una emergencia sanitaria global como nunca antes habíamos visto. Un fuego que no entiende de fronteras políticas ni geográfica­s y que se extiende sin freno. Todas las personas y todos los países estamos en riesgo. Pero, no nos cabe duda, que serán las personas y los países más vulnerable­s quienes sufrirán con más intensidad las llamas de este incendio. Y cuando las brasas se vayan apagando veremos un panorama desolador por las graves consecuenc­ias sociales y económicas en todo el mundo.

La Alta Comisionad­a de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y el Alto Comisionad­o para los Refugiados, Filippo Grandi, nos alertaban a principios de mes de que ningún país puede contener el incendio solo, y ninguna parte de nuestras sociedades puede ser olvidada si queremos enfrentar efectivame­nte este desafío global.

Esta crisis también nos dejará algún aprendizaj­e en positivo. Destacaré tres. El primero, como dice el músico ugandés Bobi Wine, que a pesar de que la mala noticia es que cualquier persona es una víctima en potencia, todas somos soluciones potenciale­s. El segundo, la fuerza del apoyo mutuo cuando actuamos como comunidad, imaginando fórmulas de ayuda a los vecinos más vulnerable­s o de cooperació­n en la fabricació­n del material necesario. El tercero, el valor de lo público como la más eficaz defensa a este tipo de situacione­s y el trabajo impagable del personal sanitario, auxiliares, cuidadoras de personas dependient­es, transporti­stas, personal de alimentaci­ón y farmacia...

Ahora solo hay que darse cuenta de que la comunidad va más allá de los límites de nuestro confinamie­nto. Los países empobrecid­os no tienen el músculo económico, político e institucio­nal necesarios para responder con contundenc­ia a esta emergencia sanitaria. La fragilidad de sus sistemas públicos de salud, junto a la debilidad institucio­nal o la falta de recursos, vaticina un más que probable colapso de sus servicios de salud. Y, también lo sabemos antes de que suceda, todo ello unido a una gran crisis económica y social, en la que los más vulnerable­s tienen las de perder.

Tenemos que interioriz­ar que la respuesta a la amenaza del covid-19 para nuestra ciudadanía, o es global, y sin dejar a nadie atrás, o no será efectiva ni eficiente. No podremos contener la pandemia quedándono­s en nuestras casas y paralizand­o nuestra economía, sin contenerla en América Latina y en África. Si algo confirma esta epidemia es que somos interdepen­dientes, que la solidarida­d universal es la cura, la justicia global la vacuna.

Las oenegés ya se han puesto al servicio del Gobierno, aprovechan­do la experienci­a atesorada en otras muchas crisis habidas en el mundo, para parar el fuego en nuestro país. Una vez que aquí solo queden rescoldos, estas organizaci­ones se volcarán, una vez más, en los países empobrecid­os para ayudar a quienes más lo necesiten. La cooperació­n internacio­nal será, además, imprescind­ible para tratar de evitar que la pandemia vuelva como un búmeran.

 ??  ?? Una niña warao, comunidad indígena venezolana refugiada en Brasil, se lava las manos tras una charla de ACNUR de prevención ante el coronaviru­s.
Una niña warao, comunidad indígena venezolana refugiada en Brasil, se lava las manos tras una charla de ACNUR de prevención ante el coronaviru­s.

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