Imposible Dennis Rodman
Un documental repasa la sin par peripecia del exjugador de básquet norteamericano
¿Qué fue lo que convirtió a Dennis Rodman en una de las figuras más fascinantes de la historia del deporte y en el mejor reboteador de la de la NBA? ¿Qué lo impulsó a erigirse en irreverente icono de estilo, y en referente para la comunidad LGTBI? ¿Qué provocó su comportamiento errático, sus agresiones a periodistas y árbitros, sus estancias en centros de rehabilitación? ¿Qué lo llevó a dejarse sabotear repetidamente por sus peores impulsos? En el documental Rodman: para lo bueno y para lo malo, dirigido por Todd Kapostasy, él mismo deja clara la respuesta: «Todo lo he hecho por el amor de la gente».
La película, que ayer se estrenó en Movistar +, lleva a cabo un completo repaso a la vida de su protagonista, desde sus laureados años en la mejor liga de baloncesto del mundo –ganó dos anillos de campeón con los Detroit Pistons y tres con los Chicago Bulls– hasta su improbable amistad con Kim Jong-un, pasando por su relación con Madonna, sus divorcios de varias mujeres, sus noches de mambo y el desfile que celebró vestido de novia ante miles de fans. El propio Rodman se encarga de explicarlo todo en una larga entrevista que vehicula la narración, en la que exhibe una mezcla de confusión y arrepentimiento, y asimismo el metraje combina abundante material de archivo con opiniones de familiares y colegas.
La infancia de Rodman, se nos explica, es un factor determinante para entender todo lo que vino después. Patológicamente introvertido, Dennis creció en uno de los barrios más pobres de Dallas, marcado por una madre tiránica, un padre ausente y el acoso del que era víctima en la escuela. Sus coqueteos con el crimen y la indigencia habrían sellado su destino de no ser porque en un año, con 19 cumplidos, creció los 30 centímetros que necesitaba para garantizarse un futuro en el baloncesto.
Sus años en la plantilla de los Pistons le proporcionaron sus primeros triunfos pero también, llegado el momento, lo sumieron en la depresión. Increíblemente inmaduro, Rodman no supo digerir que aquel equipo en el que se sentía como en familia en realidad era un negocio y decidió volarse la cabeza dentro de su coche. «No estaba tratando de llamar la atención», recuerda en la película. «Me sentía abandonado, y quería acabar con todo». Si no lo logró es porque aquella noche de 1993 decidió escuchar un par de canciones de Pearl Jam antes de apretar el gatillo, y se quedó dormido.
Aquella crisis dio lugar a una inexplicable reinvención. El niño tímido se llenó el cuerpo de tatuajes y la cara de piercings y se tiñó el pelo de rubio platino, y luego de rosa, y de verde, y hasta a topos. Empezó a salir con la reina del pop, y después declaró que habían roto a causa de su negativa a dejarla embarazada. Se hizo asiduo a los bares de ambiente y le cogió el gusto a vestirse como una drag queen. «Yo di visibilidad a la comunidad gay en el mundo del deporte», asegura en el documental. «Nadie me ha valorado nunca por eso, aunque me da igual».
A lo largo del metraje, / pese a la atmósfera carnavalesca, en el rostro de Rodman se dibuja un gesto permanente de extenuación y dolor. «Yo estaba a su lado en la pista y veía cómo lo daba todo , pero también sabía el estilo de vida que llevaba y por eso pensaba que no llegaría a cumplir los 40», recuerda en una escena Michael Jordan, compañero de Rodman en los Bulls. Isaiah Thomas, su capitán y amigo en los Pistons, rompe a llorar frente a cámara mientras explica que «la vida que llevaba no le daba el amor incondicional que él buscaba. Dennis estaba buscando socorro, y no había nadie a su lado para ayudarlo». Para lo bueno y para lo malo culmina con el que probablemente sea el episodio más sorprendente hasta la fecha de una vida llena de sorpresas: la relación de Rodman con el líder norcoreano Kim Jong-un, al que visitó varias veces a principios de esta década. Al parecer la primera de ellas tuvo lugar porque el agente del exjugador no
«Todo lo he hecho por el amor de la gente», explica en la película el carismático deportista
conocía la diferencia entre las dos Coreas, pero lo más extraño del asunto no es eso, ni que al parecer Rodman estuviera borracho durante varias de las entrevistas con el dictador, ni siquiera que se considere responsable de los recientes acercamientos diplomáticos entre Washington y Pyongyang. Lo más asombroso es que, una vez sobrio, sigue llamando a Jong-un «mi amigo para siempre». Quizá, después de todo, haya logrado finalmente el amor que tanto ansiaba. Un documental imprescindible sobre la figura del exjugador.
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