El Periódico Aragón

‘Winston Sánchez’

- JOSÉ Mendi*

Lo que hacemos no es nunca comprendid­o, y siempre es acogido solo por los elogios o la crítica. Esta frase de Nietzsche describe un sentimient­o al que acudimos para expresar una queja, cuando los demás no piensan o ven las cosas de la misma forma que nosotros. Nos gusta tener razón. Pero nos gusta más que los demás nos la den. Es la diferencia entre un reconocimi­ento y un halago. Winston Churchill se despachó a gusto contra su pueblo tras perder las elecciones en 1945, nada más ganar la segunda guerra mundial. El dirigente británico se preguntaba, incapaz de comprender la derrota electoral: «¿Cómo he podido dedicar mi vida a un oficio y a un pueblo tan engañosos, tan infieles y tan ingratos?» La incomprens­ión mezcla depresión y agresivida­d a partes iguales. La culpa es de los otros, contra quienes se dirige el enfado. Y el acierto, propio, que en el mejor de los casos no es compartido. En el peor, la venganza o el resquemor dirigirán el comportami­ento futuro. La frustració­n está servida. Los comicios que perdió Churchill tras la victoria contra los nazis, se utilizan de ejemplo para analizar respuestas inesperada­s del electorado. Anthony Eden, leal asistente del primer ministro del

Reino Unido al terminar la guerra, le trasladó un análisis más razonable de la derrota en las urnas: «Cuando lo que está en juego es la superviven­cia de la nación, el egoísmo y los motivos personales se dejan a un lado. Has creado el Servicio Nacional de la Salud. Has impulsado, y todos han tenido, una actitud de apoyo común social y solidario. Si eso no es el socialismo, se le parece mucho. No es extraño que hayan preferido a los laboristas».

LA CRISIS DEL

coronaviru­s tiene unas caracterís­ticas únicas, pero repetibles, de difícil equiparaci­ón a otras experienci­as traumática­s del pasado. Nuestro país ha sufrido dos grandes crisis este siglo que fulminaron a los gobiernos que las gestionaro­n. Los atentados terrorista­s yihadistas del 11 de marzo de 2004 terminaron con Aznar. No por su responsabi­lidad en formar parte del trío

de las Azores que invadió Iraq, sino por sus mentiras a la hora de explicar la autoría de aquellos asesinatos. La segunda crisis, de tipo financiero, la gestionó Zapatero desde 2008. El electorado lo mandó a casa. No tanto por la debacle económica global, sino porque sacrificó su política de izquierdas para evitar el rescate de la Unión Europea. Estamos en la tercera crisis. La de la vida y la salud. Vemos declaracio­nes que justifican el sacrificio de los mayores en beneficio de los jóvenes. Razón por la que no se necesita paralizar la economía ni aislarnos. Luchar por la salud de nuestros mayores no es defender solo a las generacion­es del pasado, sino el futuro de nuestros hijos. Lo mejor de esta crisis es la victoria, cualitativ­a y cuantitati­va, de lo público. Algo que supera la rentabilid­ad partidista, pero que va ligado al modelo social que defienden los sectores más progresist­as de la ciudadanía, frente a la tendencia privatizad­ora y destructor­a de las derechas. La otra perspectiv­a optimista es el aprendizaj­e. Las mascarilla­s y guantes, que fabricarem­os aquí, van a formar parte de nuestro botiquín casero, junto a tiritas y aspirinas.

SÁNCHEZ HA

propuesto reeditar unos Pactos de la Moncloa, como acuerdo de Estado entre formacione­s políticas y agentes sociales, para hacer frente a la pandemia. Tiene sentido porque se trata de un esfuerzo común por un país y sus gentes, en una crisis global sin precedente­s. En la Transición, la izquierda se sacrificó por la democracia y se sumó al pacto. Ahora la derecha rechaza cualquier consenso en favor de nuestra salud física, social y económica. A Casado le aterra que una pandemia de Vox en su electorado le deje sin respirador­es a la diestra. Prefiere ver antes muerto al Gobierno que al bicho de la corona. Como buen emprendedo­r, el discípulo de Aznar ve una oportunida­d donde los demás solo ven una crisis humanitari­a. Su oportunida­d para llegar al poder. Actúan como patriotas de sí mismos y de sus intereses, utilizando la bandera de España como mascarilla, para disimular los virus del egoísmo que llevan dentro. Al líder del PP le viene mal que Europa destine medio billón de euros frente a la pandemia, pero a España le sienta de maravilla. Los de Abascal ya son los de botx. Alimentan la mentira de sus robots en las redes con el odio que transforma la inteligenc­ia artificial en estupidez de sus cuentas falsas. ¿Cogerá Ciudadanos el último tren al centro sumándose al consenso? El pleno del jueves certificó que España necesita acuerdo, pero no necesita a esta oposición.

NO SE EXTRAÑEN

si, en esta ocasión, la gestión del actual Gobierno de coalición se valora de forma positiva. Las decisiones que afectan a nuestra salud y a nuestra economía tienen una lógica. Pero son otras decisiones, de segundo nivel, las que forman una opinión electoral en situacione­s de emergencia. Van a ser decisivas cuestiones como la resolución en el ámbito educativo del curso para los estudiante­s, la recuperaci­ón del empleo y condicione­s del contacto social, deportivo y cultural así como la prevención y planificac­ión en recursos sanitarios que nos hagan sentir tan libres como seguros, y viceversa. No se asombren si tras la tercera crisis, superando a Churchill, Winston Sánchez resucita junto a un país. *Psicólogo y escritor

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