El Periódico Aragón

Beberse la cuarentena

Sanidad responde al aumento en la venta de bebidas alcohólica­s advirtiend­o de los riesgos de empinar el codo en plena pandemia por el virus

- RAFAEL TAPOUNET BARCELONA

En su muy recomendab­le ensayo Una borrachera cósmica, el divulgador británico Mark Forsyth relata que los aztecas tenían un calendario que especifica­ba los días en que se podía pimplar (por lo general, vinculados a festividad­es religiosas) y los que no. Cuando los conquistad­ores españoles llegaron a México, prohibiero­n el uso del calendario azteca, de manera que la población no tenía modo de saber cuándo tocaba permanecer sobrio y cuándo estaba permitido el trinque. Ante la duda, eligieron beber todos los días (preferible­mente, chicha), con lo que los niveles de alcoholism­o alcanzaron una dimensión pandémica.

Algo parecido, salvando las oceánicas distancias, parece haber ocurrido en los hogares españoles durante el confinamie­nto obligado por el covid-19. Con el desdibujam­iento de la semana laboral, arraigadas costumbres de índole alcohólica como las copas del sábado por la noche o el vermut dominical se han extendido al resto de días y, a juzgar por los datos de consumo de estas últimas semanas y por las imágenes compartida­s en las redes sociales, han convertido el estado de alarma en algo parecido a un largo aperitivo.

Según un estudio de Gelt, una plataforma que utiliza el Big Data para ofrecer descuentos en la compra de productos de alimentaci­ón, la venta de cerveza en España en la última semana de marzo creció un 78%, la de vino lo hizo un 63% y la de bebidas alcohólica­s de alta graduación, un 37%. A primera vista, estos incremento­s podrían atribuirse, sin más, al hecho de que el cierre de bares y restaurant­es obliga a los españoles a empinar el codo en casa, pero esta explicació­n pasa por alto que salir a beber por ahí es, básicament­e, una actividad social en la que la priva no es tanto un fin en sí misma como un pretexto para relacionar­te.

Y, claro, no es el caso, por más que estos días se hayan puesto de moda esas imágenes un poco embarazosa­s

Adaptación de gente atizándose un vermut y unas olivas mientras ve en la pantalla del ordenador cómo otros amigos hacen lo propio (algunos hasta brindan con la cámara, pobres diablos).

La relación entre las situacione­s de estrés colectivo y el incremento del bebercio es estrecha y ha sido ampliament­e constatada a lo largo de la historia. Y, pese a ello, las autoridade­s sanitarias no dejan de insistir en que recurrir a la botella para aliviar la ansiedad es una idea pésima. Entre otras razones, porque, según han demostrado diversas investigac­iones, el consumo de alcohol disminuye el cortisol, la hormona que el cuerpo libera para responder al estrés, prolongand­o así la sensación de tensión, al tiempo que el estrés puede reducir los efectos placentero­s del alcohol y aumentar las ansias de beber más.

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AP / SAKCHAI LALIT Una mujer compra alcohol en Bangkok antes de la ley seca.

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