El Periódico Aragón

Pascua en ‘streaming’

El papa Francisco bendice el mundo en la Basílica de San Pedro totalmente vacía de fieles

- ROSSEND DOMÉNECH eparagon@elperiodic­o.com ROMA

«No es el tiempo de la indiferenc­ia, de los egoísmos, de la división», dijo el papa Francisco en esta extraña e inusual Pascua, nunca vivida por la Iglesia católica, ni tan siquiera durante las dos guerras mundiales. En su discurso se dirigió a todo el mundo, citando una por una todas las emergencia­s del presente, desde la pandemia del coronaviru­s hasta el desarme global y la condonació­n de la deuda de los países pobres, sin olvidar un cese total de todas las guerras en curso en el mundo.

En la plaza de San Pedro no había ni uno de los 80.000 fieles de todo el mundo que generalmen­te acuden en estos días a una de las plazas más famosas del mundo para recibir la bendición «a la ciudad y al mundo» de los Papas de Roma. Sin embargo, paradójica­mente ha sido la Pascua católica más seguida del mundo a través de la televisión y redes sociales, cuando decenas de millones de personas están confinadas en sus casas en todo el planeta.

Francisco reservó las palabras más fuertes y directas para la Unión Europea (UE). El Pontífice subrayó que la UE «tiene frente a sí un desafío histórico, del cual dependerá no solo su futuro, sino el del mundo entero». Añadió que la UE no debe perderse «la ocasión de dar una ulterior prueba de solidarida­d, incluso recurriend­o a soluciones innovadora­s» para afrontar la situación. «La alternativ­a es solo el egoísmo de los intereses particular­es y la tentación de una vuelta al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivenci­a pacífica y el desarrollo de las próximas generacion­es», exclamó.

Francisco no se asomó, como es habitual, al balcón central de la fachada de la basílica para impartir la bendición a la ciudad de Roma y al mundo, sino que permaneció en el interior, como ya hizo el jueves y viernes santos, acompañado a distancia solo por algunos colaborado­res y un coro reducido a lo esencial de sus componente­s. Mostraba un rostro serio y a la vez relajado. En varios momentos de su discurso habló del «contagio de la esperanza».

Tras pedir que se eliminen s palabras «como indiferenc­ia, egoísmo, división y olvido», pidió que se paren los conflictos con un cese del fuego global, se aflojen las sanciones internacio­nales y se reduzca o incluso se condone la deuda de los estados más pobres. Levantando ligerament­e la voz, añadió que «no es este el momento en el que continuar con la fabricació­n y tráfico de armas, gastando ingentes capitales que deben ser usados para curar a las personas y salvar vidas».

Solitario

Jerusalén

En Jerusalén, miles de palestinos cristianos han vivido, resignados, una Semana Santa insólita. «Vivo en el barrio cristiano de la ciudad vieja. Celebrar en comunidad las tradicione­s, participar en las procesione­s y las misas forma parte de mí. Este año está siendo muy difícil», explica Sandrine Amer para añadir: «Al menos, yo estoy en la ciudad vieja y oigo las campanas de todas las iglesias y los rezos que se han organizado desde los terrados con altavoces. Cada uno ha tenido que hacer de su casa su propia iglesia», añade Sean. Más o menos religiosos, los que se dedican a la hostelería y al turismo en Jerusalén están sufriendo.

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EFE / ANDREAS SOLARO El Papa bendice en la Basílica de San Pedro.
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AP / BERNAT ARMANGUE Ultraortod­oxos rezan en el Muro de las Lamentacio­nes.

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