El Periódico Aragón

Elogio y refutación del perdón

- OLGA Bernad*

Acambio del frenesí viajero de Semana Santa, las circunstan­cias nos dan tiempo para pensar y escribir. Yo no he hecho ninguna de las dos cosas y, sin embargo, ayer me vi cavilando sobre un tema fascinante desde el punto de vista social y religioso: el perdón. dijo que el perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que lo pisa, y

que el hombre crece cuando se arrodilla. Bien. Bonito. Es además una actitud inteligent­e. Ya decía que hay que perdonar al enemigo, pues no hay nada que lo enfurezca más. Pero si hemos de hacer caso a

lo cierto es que no perdonamos más que a aquellos que tenemos interés en perdonar. Puede existir también un punto de endiosamie­nto o cobardía. señaló que conceder el perdón es el más alto grado de vanidad o miedo, y nos recordó que a perdonar solo se aprende cuando hemos necesitado que nos perdonen mucho. Quid pro quo, querida

diría Negocios aparte, podríamos aducir razones morales para no hacerlo: perdonando demasiado al que yerra se comete gran injusticia con el que no yerra -Castiglion­e dixitEso sin contar con que al controlar tus sentimient­os, frecuentem­ente los destruyes: ¿Cuántas veces podemos decir «lo lamento» hasta que ya no seamos capaces de lamentar nada?, se preguntaba

En cualquier caso, si te decides a perdonar, recuerda a y no te fíes de las personas que justifican el mal comportami­ento con disculpas ni, como de aquellas que te piden perdón antes de pisarte. Si por ventura tú te decidieras a pedir perdón, recuerda entonces a y nunca arruines una disculpa con una excusa. Pero si al final no podéis perdonar o ser perdonados, como dijo

a falta de perdón, dejad venir el olvido.

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