Elogio y refutación del perdón
Acambio del frenesí viajero de Semana Santa, las circunstancias nos dan tiempo para pensar y escribir. Yo no he hecho ninguna de las dos cosas y, sin embargo, ayer me vi cavilando sobre un tema fascinante desde el punto de vista social y religioso: el perdón. dijo que el perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que lo pisa, y
que el hombre crece cuando se arrodilla. Bien. Bonito. Es además una actitud inteligente. Ya decía que hay que perdonar al enemigo, pues no hay nada que lo enfurezca más. Pero si hemos de hacer caso a
lo cierto es que no perdonamos más que a aquellos que tenemos interés en perdonar. Puede existir también un punto de endiosamiento o cobardía. señaló que conceder el perdón es el más alto grado de vanidad o miedo, y nos recordó que a perdonar solo se aprende cuando hemos necesitado que nos perdonen mucho. Quid pro quo, querida
diría Negocios aparte, podríamos aducir razones morales para no hacerlo: perdonando demasiado al que yerra se comete gran injusticia con el que no yerra -Castiglione dixitEso sin contar con que al controlar tus sentimientos, frecuentemente los destruyes: ¿Cuántas veces podemos decir «lo lamento» hasta que ya no seamos capaces de lamentar nada?, se preguntaba
En cualquier caso, si te decides a perdonar, recuerda a y no te fíes de las personas que justifican el mal comportamiento con disculpas ni, como de aquellas que te piden perdón antes de pisarte. Si por ventura tú te decidieras a pedir perdón, recuerda entonces a y nunca arruines una disculpa con una excusa. Pero si al final no podéis perdonar o ser perdonados, como dijo
a falta de perdón, dejad venir el olvido.
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